Pasar al contenido principal
Instituto Nacional Sanmartiniano

Historia del Libertador Don José de San Martín de Pacífico Otero. Capítulo 7. San Martín en Arjonilla, en la Cuesta del Madero y en Bailén

Continuamos con la publicación de la obra cumbre del fundador del Instituto Nacional Sanmartiniano. En esta ocasión "San Martín en Arjonilla, en la Cuesta del Madero y en Bailén". Por José Pacífico Otero.

« RETROCEDER AL CAPÍTULO 6

« ÍNDICE »

AVANZAR AL CAPÍTULO 8 »

CAPÍTULO 7

SAN MARTÍN EN ARJONILLA, EN LA CUESTA DEL MADERO Y EN BAILÉN

SUMARIO.- Napoleón y la Andalucía.- Los andaluces prepáranse para su defensa.- San Martín instructor de reclutas en Jaén.- El Marqués de Coupigny, bajo cuyas órdenes se encuentra San Martín al iniciarse la campaña de Andalucía.- Pormenores de su vida militar hasta Bailén.- San Martín, que figuraba en la vanguardia de Coupigny, obtiene una victoria en Arjonilla.- Sobre el parte de San Martín, Coupigny formó el suyo.- En Arjonilla puso en peligro su vida y salvólo un sargento, como más tarde otro sargento lo salvaría en San Lorenzo.- La Junta de Sevilla lo asciende a Capitán agregado del regimiento de Borbón.- El historiador español Gómez y Arteche atribuye la gloria de Arjonilla a Murgeón, siendo así que es exclusiva de San Martín.- Su actuación en la cuesta llamada del Madero, según las Memorias inéditas del General Girón.- Composición del Ejército español antes de Bailén.- Mitre lo coloca en la división de Coupigny, pero un contrincante de Mitre en la división de Jones.- El análisis de los documentos nos permite señalarlo en la división de Coupigny, pero no al frente del regimiento de Campo Mayor, sino del de Borbón.- Esta circunstancia permitióle actuar en las cargas más importantes de esta batalla, ordenadas por Coupigny.- Después de Bailén, es ascendido a Teniente Coronel.- Destino que le cupo a la medalla que en ese entonces le fue otorgada.- Coupigny y San Martín después de Bailén.- Testimonio otorgado por Coupigny a San Martín, que suponemos perdido.

Desde que Napoleón decidióse por la conquista de España, ninguna de sus regiones le atrajo en forma más intensiva y fascinante que Andalucía. Era su sueño dorado hacer de España un baluarte occidental para su hegemonía en el Continente; pero como su codicia no paraba ahí, y deseaba además el dominio del África, comprendió que la realización de un plan tan vasto no le era posible sin la previa posesión de aquella tierra bética, cintura geográfica del Mediterráneo.

Por ahí, es decir, por Andalucía, habían entrado los moros y por ahí quería él, después de salvar el proceloso mar, enseñorearse de las Columnas de Hércules y colocar bajo su dominio las huestes musulmanas.

Todo su empeño concentrólo, pues, en la realización de este pensamiento, y necesitando de Cádiz, como Aníbal había necesitado de Cartago -era aquélla una base naval por excelencia-, no ocultó su propósito de poseerla, y a ese fin encaminó todos sus planes.

En apariencia, todo se le presentaba favorable. Los Reyes de España habían capitulado; el ministro Godoy no le resistía, y el hijo de Carlos IV, el futuro Fernando VII, era impotente del todo para imponer una resistencia armada al imperialismo del nuevo César.

La ley y la espada son las ejecutorias naturales de todos los déspotas. Napoleón no pudo transigir a esta ley, ley intrínseca a la naturaleza del absolutismo, y desde Bayona, con fecha 19 de marzo, dispuso que el General Dupont, uno de sus mejores jefes, abriese la campaña peninsular comenzando por Andalucía. Estaba convencido Napoleón, como lo estaba Dupont, que la campaña no ofrecería mayores dificultades, y que, gracias a la acefalía y al desorden reinante, pronto sus tropas llenarían su objetivo. Se olvidaba que los pueblos son poseedores de energías ocultas y que éstas se avivan y despiertan bajo el acicate de los grandes conjuros. Los andaluces estaban dispuestos a defender a todo trance su independencia, y cuando se supo en Sevilla cuál era el propósito napoleónico, la Junta de Gobierno allí reunida designó al General Francisco Javier Castaños para que organizase la defensa. Si éste no contaba sino con escasos cuerpos veteranos, tenía a su lado jefes de indiscutible valor y al mismo tiempo una masa colectiva inspirada por el más acendrado amor a la patria.

Si nos detenemos en estos antecedentes, es porque fue en esta guerra, como antes lo había sido en la del Rosellón, en donde San Martín ascendió de nuevo a la gloria. Domina a este guerrear de los ejércitos españoles un espíritu y una moral superior a la que inspiró a sus masas en la Guerra del Rosellón. Aquí, es decir, en los Pirineos Orientales, la guerra fue determinada por un recelo y por un cálculo puramente monárquico. En Andalucía y en toda España, la guerra de 1808 determinóla la razón de patria, circunstancia que vino a imprimirle su dignidad y su razón de ser.

San Martín no era peninsular, sino criollo; pero distintas razones lo unían con España, y siendo un militar pundonoroso y bravo, el desafío despótico encontrólo dispuesto del todo para defender la libertad.

Después del asesinato del General Solano, pasó él, como ya lo hemos visto, a Sevilla. Allí continuó al frente del Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor, hasta que por orden de la Junta trasladóse a Jaén, con misión de instruir a los reclutas.

San Martín habíase ya revelado un insigne instructor y no hay duda que al fijarse en él tuvo en cuenta la Junta las aptitudes que lo señalaban para desempeñar con éxito este cometido. Ignoramos los días que permaneció en Jaén y si de allí volvió a Sevilla o pasó a Ronda, en donde se encontraba el Batallón de Campo Mayor desde su regreso de Portugal.

Sea de esto lo que fuere, es lo cierto que la guerra contra Napoleón encontrólo en Andalucía, y que, por esa circunstancia, le tocó vivir y actuar en uno de los dramas militares más trascendentales que recuerda la historia, y de hacerlo bajo las órdenes del Marqués de Coupigny, que, desde ese entonces, fue su admirador y su amigo.

Era el dicho Marqués -su nombre patronímico lo era Antonio Malet-, nativo de la ciudad de Arras en el departamento de Artois en Francia y principió su carrera militar el 1 de junio de 1776 entrando como cadete de reales guardias valonas. El 26 de julio de ese mismo año fue hecho Alférez del quinto batallón y compañía de Barreta. Fue ascendido a Alférez de Granaderos en 1780 y dos años más tarde a Teniente Segundo en el mismo cuerpo.

En 1794 principió a servir como ayudante mayor, después de haber obtenido el grado de Coronel. En el año 1795 fue hecho Capitán provisional y Brigadier más tarde, y en 1794 Capitán efectivo, pasando a Mariscal de Campo en 1808, luego a Teniente General en octubre de dicho año y a Capitán de las islas Baleares en enero de 1812.

Al estudiar sus fojas de servicios lo encontramos como Alférez de Granaderos actuando en el sitio de Gibraltar, en la campaña del Rosellón y distinguiéndose en la retirada de «Pedras Tortas» y en la batalla de «Trulla» como en «Seret», en donde sostuvo varios ataques contra los franceses. Esta foja de servicios nos dice que sobre estos últimos hechos hablaron largamente los papeles públicos y que, en vista de sus méritos, el General en Jefe, don Antonio Ricardos, lo encargó de fortificar aquellos puntos y de construir aquel famoso reducto que tanto honor hizo a las armas españolas, habiendo confesado el mismo General Ricardos que debía a él y a su defensa el haber podido mantenerse en el Rosellón el invierno de 1793 y ser causa también de las glorias que posteriormente adquirió con su ejército.

El año de 1794 ocupólo Coupigny en distintos ataques contra el enemigo, y el 19 de mayo asaltó y tomó la ermita fortificada de la Magdalena, situada entre Tarrasa y la fábrica de San Lorenzo de la Muga, posición que se tenía por inexpugnable. Coupigny fue herido en este asalto, siendo el segundo que penetró dentro del atrincheramiento.

En el año 1795, cuando tomó el mando el General José Urrutia, Coupigny fue nombrado ayudante del Cuartel Maestre General, para ejercer sus funciones a la izquierda de su ejército, bajo las órdenes del General don Juan Miguel de Vives y de su segundo el Marqués de la Romana. Por sus servicios prestados en Cataluña fue ascendido al grado de Brigadier, y después de la paz firmada con la República Francesa y habiéndose formado un ejército de observación contra Portugal, fue nombrado Cuartel Maestre General del ejército de Galicia a las órdenes del General don Ventura Escalante. En el año 1799, y después de la pérdida de Mahón, fue solicitado por el General Marqués de la Romana y, en 1801, habiéndose declarado la guerra contra Portugal, fue nombrado ayudante general de la tercera división a las órdenes del Marqués de Castelar, quien tomó, dice el documento que tenemos delante, «por sorpresa, en un mismo día, las plazas de Olivenza y Jurumeña. Seguidamente marchó su división a poner sitio al Campo Mayor». Concluida la paz, volvió a Madrid, en donde se encontraba su cuerpo. En el año 1805, y como consecuencia de la guerra contra los ingleses, recibió orden de reforzar el campo de San Roque y, bajo las órdenes del General don Javier Castaños, se mantuvo allí hasta noviembre de 1807 en que fue destinado para la nueva campaña sobre Portugal con el General Francisco Solano, quien le nombró comandante de la vanguardia, luego jefe del Estado Mayor y, finalmente, comandante general del reino de los Algarbes, en donde se mantuvo cinco meses con muy pocas tropas y muchas dificultades, logrando evitar, dicen sus fojas de servicios, «toda especie de conmoción, de parte de un pueblo desesperado de ver la suerte que le había cabido, y particularmente, de la pérdida de su amado Príncipe».

Los acontecimientos que se sucedieron entre marzo y mayo de 1808 le obligaron a abandonar precipitadamente los Algarbes y después de llegar a Sevilla se le mandó a Ayamonte y luego a Badajoz, de donde, con su división, pasó al campo de San Roque. De aquí trasladóse a Medina Sidonia y allí sorprendióle la revolución de Sevilla y aquel levantamiento de Cádiz que finalizó con el asesinato del General Solano. Vuelto de nuevo a Sevilla y sabida allí la derrota del General don Agustín de Echavarri, en Alcolea, se le dió orden de pasar a Carmona a tomar el mando de las tropas que allí habían sido batidas, como de las otras que salieron de Sevilla en aquella dirección. El General Francisco Javier Castaños, a su llegada, confirmó a Coupigny en ese puesto de vanguardia y esto permitióle el hacer varias marchas y contramarchas para distraer la atención del General Dupont, que ya se había adueñado de Córdoba. Logró batirlo en diferentes encuentros parciales y atacó todas sus comunicaciones con la Sierra Morena y la Mancha, particularmente en Andújar en donde Dupont había dejado los hospitales. Después de la venida de los Generales Escalante y Reding que estaban en Granada, y utilizando las fuerzas que éstos traían, se organizó el nuevo ejército. Formáronse con estas fuerzas cuatro divisiones y Coupigny fue designado para obtener el comando general de la segunda. Mientras el General Reding, nombrado jefe de la primera división, salía al encuentro del General Vedel que venía de Toledo, Coupigny se puso en marcha y, al llegar a Villanueva de la Reina, desalojó de allí a un cuerpo francés que se había interpolado entre sus fuerzas y las del General Reding. El General Grimarest, que se encontraba a la vanguardia de estas fuerzas, vióse en un momento comprometido, pero Coupigny salió en su defensa con su artillería y con su infantería. El enemigo, por razón de esta maniobra, se vio obligado a abandonar estas alturas y repasar el río, y Coupigny lanzó en su persecución su caballería. «Una brigada italiana que quiso sostenerla, dice la foja de servicios, fue al fin enteramente destrozada, habiéndose hecho muchos prisioneros y quedando sobre el campo un número considerable de muertos.» El 17 de julio, por la tarde, se reunió con su división al General Reding y ambos marcharon sobre Bailén, donde llegaron a la mañana del 18, permaneciendo en esta situación todo el día, rechazando varios ataques que les hacían las tropas avanzadas de Vedel. Las maniobras realizadas por Coupigny y por Reding sorprendieron de tal modo al General Dupont, que para reforzar a Vedel lanzóse en marcha precipitada desde Andújar. Al llegar a Bailén apoderóse de todas las alturas que dominaban al pueblo y empezó a dirigir sus fuegos de artillería contra las divisiones españolas. Coupigny decidióse entonces por un ataque a la bayoneta y, a pesar de ser muy inferior el número de sus tropas, avanzó sobre las posiciones que ocupaban los franceses y las destruyó. Esta acción, que causó al enemigo muchos muertos, la pérdida de una parte de su artillería y no pocos prisioneros, fue tan trascendental, que el documento que tenemos delante dícenos con ella se decidió la suerte de la batalla que tuvo lugar en tan glorioso día. [1]

Pero no nos adelantemos a los acontecimientos y, conocido ya el jefe bajo cuyas órdenes San Martín pelearía en Bailén, volvamos de nuevo a éste, que joven y lleno de bríos puso en aquel entonces su empeño heroico en defender la independencia española.

Antes de Bailén, y cuando el General Coupigny se encontraba comandando la vanguardia del futuro ejército de Castaños, tocóle a San Martín el distinguirse en una acción de guerra que puede considerarse como uno de los preliminares más importantes de la batalla. Esta acción tuvo lugar el 23 de junio y la Gaceta Ministerial de Sevilla la clasifica de «glorioso combate». Las fuerzas españolas en esas circunstancias estaban bajo las órdenes del Teniente Coronel Juan de la Cruz Murgeón y las integraba una compañía de cazadores de guardias valonas, otra de Barbastro, otra de Voluntarios de Valencia, otra de Campo Mayor y distintas compañías más, pertenecientes al batallón del Príncipe, de dragones de la Reina, de húsares de Olivenza, de Borbón y de Carmona. «Puesta en orden la columna desde Aldea del Río por el camino del Arrecife, leemos en el periódico de la referencia, y habiéndose andado como tres cuartos de legua, le avisó el Capitán don José de San Martín, comandante de su vanguardia, que se había encontrado una descubierta de los enemigos». Murgeón le ordenó a San Martín que los atacase, pero no pudiendo verificarlo en el momento, por haberse puesto éstos en fuga, determinó cortarles la retirada avanzando por otro camino. «En consecuencia, se dirigió San Martín por una trocha, sostenido por una partida suya de Campo Mayor, a cargo del Subteniente del mismo, don Cayetano de Miranda, y la caballería de su mando de húsares de Olivenza y Borbón, cuya fuerza consistía en veintiún caballos. Con ellos pasó a la casa de postas, situada en Santa Cecilia. Al llegar a ella vio que los enemigos estaban formados en batalla, creyendo que San Martín con tan corto número no se atrevería a atacarlos; pero este valeroso oficial, únicamente atento a la orden de su jefe, puso su tropa en batalla y atacó con tanta intrepidez, que logró desbaratarlos completamente, dejando en el campo diez y siete dragones muertos y cuatro prisioneros que, aunque heridos, los hizo conducir sobre sus mismos caballos, habiendo emprendido la fuga el oficial y los restantes soldados, con tanto espanto, que hasta los mismos morriones arrojaban de temor, lográndose coger quince caballos en buen estado y los restantes quedaron muertos

«Mucho sintió San Martín y su valerosa tropa, se dice después, se les escapase el oficial y demás soldados enemigos; pero oyendo tocar la retirada, hubo de reprimir su ambición de gloria. Dispuso, en consecuencia, fuese el Teniente de Caballería del Príncipe, don Carlos Lanzarote, con veinte caballos, a sostener a San Martín por el Arrecife, mientras él mismo se adelantaba por la derecha de éste con el escuadrón de dragones de la Reina, al mando de su Capitán don José de Torres, dejando el resto de la columna al Teniente Coronel y comandante de la compañía de cazadores de Guardias valonas don Dionisio Bouligni, con la orden de que tomase posición y cubriese los bagajes y municiones, con cuya operación se contuvieron los enemigos y dejaron retirar con el mejor orden a San Martín

«Por nuestra parte, concluye este documento, sólo ha habido un cazador de Olivenza herido, a pesar de haber sufrido nuestra tropa descarga de tercerolas y pistolas. San Martín hace un elogio distinguido de toda su tropa, particularmente del sargento de húsares de Olivenza, Pedro de Martos, y del cazador del mismo, Juan de Dios, que en un inminente riesgo le salvó la vida; del sargento de caballería de Borbón, Antonio Ramos, y del soldado del mismo, Ignacio Alonso». [2]

El relato de Arjonilla hecho por La Gaceta de Sevilla no es arbitrario. Está escrito teniendo a la vista el parte que después de la acción redactó el propio San Martín, parte que paso a conocimiento del General Castaños, como se deduce de este oficio que el 6 de julio el Marqués de Coupigny dirigió a San Martín: «El Excmo. señor General en Jefe, conformado con la propuesta que usted le hace con fecha del 4 de julio, ha concedido un escudo de distinción a todos los sargentos, cabos y soldados de la partida que, bajo sus órdenes, batió al enemigo el 23 del pasado, lo que participo a usted para su inteligencia y debido cumplimiento y noticia de los interesados». [3]

El parte sobre el combate de Arjonilla hase perdido o por lo menos no existe en ninguno de los archivos españoles a los cuales acudimos cuando nos interesamos en su búsqueda. Pero la proeza existe, y no habrá dejado de observar el lector el inminente peligro en que se encontró San Martín cuando con su denuedo habitual cargó sobre el enemigo. No dice el parte si rodó del caballo, si en una carga o en un cuerpo a cuerpo se puso al alcance del enemigo; lo que dice es que su vida estuvo en peligro y que un sargento, Juan de Dios, le salvó la vida. ¡Coincidencia rara y curiosa! Cinco años más tarde, no ya en Arjonilla, sino en San Lorenzo, otra carga pondría en peligro su vida y otro sargento, Juan Bautista Cabral, lo salvaría de la muerte. Los días del hombre son contados y no los abrevia ni lo contingente ni lo imprevisto. Dios le tenía reservado a San Martín vida muy larga, y si alguna batalla o combate lo vencería, sería la batalla final que nos vence a todos.

Como se ha visto por el documento citado, los vencedores de Arjonilla fueron premiados con un escudo de distinción, a propuesta del mismo San Martín. Quedaba por recompensar o premiar al que había sido el alma de la proeza, y la Junta de Sevilla lo hizo nombrándolo Capitán agregado al regimiento de caballería de Borbón. «Por cuanto, atendiendo a los servicios y méritos de vos, don José de San Martín, Capitán del regimiento de Voluntarios de infantería ligera de Campo Mayor, y del distinguido mérito que habéis contraído en la acción de Arjonilla, he venido en nombraros Capitán agregado al regimiento de caballería de Borbón, con el sueldo de vivo

»Por tanto, mando al Capitán general, o comandante general a quien tocare, dé la orden conveniente para que se os ponga en posesión del mencionado empleo, guardándoos y haciéndoos guardar las honras, gracias, preeminencia y exenciones que por él os tocan y deben ser guardadas bien cumplidamente, que así es mi voluntad; y que el intendente de la provincia, o ejército donde fuereis, dé asimismo la orden necesaria para que se tome razón de este despacho en la Contaduría principal, en la que se os formará asiento con el sueldo que corresponde según el último reglamento, del cual habéis de gozar desde el día del cúmplase del Capitán o comandante general, según constare de la primera revista». [4]

Como se ve, el triunfo de Arjonilla es triunfo exclusivo y característico de San Martín. Sin embargo, un historiador español, Gómez y Arteche, nos habla de esta acción, y no sólo no nombra a San Martín, sino que los honores del triunfo los hace recaer sobre el Coronel Murgeón. Textualmente nos dice:

«En aquella misma compañía había dado ya Murgeón muestras de su valor y pericia, en aquellas operaciones de la guerra, no perdiendo nunca de vista a los franceses, acosándolos sin cesar, lo mismo a su frente que sobre su flanco y hacia sus comunicaciones con Castilla. No hacía muchos días, el 23 de junio, que habíase descubierto un destacamento francés junto a las casas de postas de Santa Cecilia, no lejos de Arjonilla, y lanzándole su vanguardia que consistía en una veintena de caballos de Olivenza y Borbón, le había muerto diez y siete dragones y le había aprisionado otros cuatro heridos y quince caballos. Una vanguardia de que dependía el destacamento francés, había querido tomar el desquite atacando a aquel puñado de valientes; pero, viendo que iban a ser sostenidos los españoles y que Murgeón se dirigía con un número considerable de jinetes a tomarles por su flanco izquierdo el camino de Andújar, tuvieron los franceses que retirarse, ante aquella doble y hábil evolución de los vencedores». [5]

Como ya lo ha visto el lector, el combate de Arjonilla no es gloria de Murgeón, sino de San Martín. Es cierto que a las tres de la madrugada del día 23 de junio, Murgeón dirigíase con sus fuerzas a ocupar los puestos avanzados cercanos a aquella localidad, pero es cierto y muy cierto que el que descubrió la avanzada enemiga y le hizo frente no fue Murgeón, sino San Martín. Fue él quien realizó la carga, quien, con sus soldados, mató a los dragones franceses que allí quedaron y quien, además, retiró sobre el lomo de sus caballos a los soldados heridos en el encuentro.

Además de esta acción de Arjonilla tuvo San Martín una actuación destacada en la cuesta llamada del Madero, inmediata a la Aldea del Río. La veracidad de este hecho encuéntrase testimoniada por el General Girón, quien no sólo la presenció, sino que la consignó en sus Memorias hasta ahora inéditas.

Al decir de este militar, varios destacamentos -tratábase de los preliminares de Bailén- habían sido despachados con el propósito de explorar el ánimo del enemigo y aun con orden de mantenerlo, como él lo dice, «en inquietud perpetua». «El Capitán de caballería, agrega, don José de San Martín, célebre peruano, cayó sobre un destacamento de caballería enemiga, le hizo algunos prisioneros y le dejó en el campo de combate varios dragones muertos.».

El autor de estas referencias no nos dice en qué día acaeció este encuentro, pero presumimos que lo fue después de Arjonilla, dado que si en este ataque figuraba como Capitán de caballería, San Martín no comenzó a figurar como tal, sino después del 6 de julio, en que fue ascendido a Capitán agregado al regimiento de Borbón. [6]

Las operaciones que acabamos de señalar, en las cuales San Martín destacóse por su conducta pundonorosa y valiente, no eran sino maniobras preliminares de la gran batalla que de un momento a otro iba a poner frente a frente a los ejércitos beligerantes.

Por lo que se refiere al ejército español, componíase de cuatro divisiones. Eran éstas la de la derecha, comandada por Reding; la de la izquierda -primitivamente división de vanguardia-, comandada por Coupigny; la del centro, cuyo jefe era el General Jones, y la de la reserva, que estaba bajo el comando del General Castaños. ¿En cuál de estas divisiones encontrábase San Martín? Según Mitre, debió serlo en la división de Coupigny, pero según las observaciones de un crítico que le salió al paso, cuando aquel ilustre historiador publicó su Historia de San Martín y la Independencia Sudamericana, debió serlo en la de Jones. [7]

Mitre no acopia detalles y conténtase con decirnos que formando siempre en las filas del regimiento de Voluntarios de Campo Mayor, fue incorporado a la segunda división que comandaba el Marqués de Coupigny. Su contrincante, por el contrario, dice, y en esto con razón, que el regimiento de Campo Mayor no figuró en Bailén en la división de Coupigny, sino en la de Jones y que, por lo tanto, San Martín no pudo pelear en la batalla bajo las órdenes de Coupigny, sino de Jones. Un punto tan interesante -dilucidado él podemos precisar el sitio que a San Martín le cupo en una de las batallas más grandes de la historia- despertónos la más viva curiosidad y con el mayor empeño nos dedicamos a estudiar los documentos inéditos que podían hacernos la luz al respecto. Por desgracia, en lo relativo a San Martín, la suerte no nos fue favorable; pero sí en lo relativo a Coupigny, y con el auxilio de los documentos que a éste se refieren hemos podido llegar a la conclusión que pronto conocerá el lector.

Como ya lo hemos visto por los pormenores apuntados, Coupigny, antes de Bailén, fue designado para dirigir la vanguardia del ejército que debía cerrarle el paso de Sierra Morena al ejército de Dupont. Sabemos, además, que una de sus avanzadas la comandaba el Coronel Murgeón, y que entre las fuerzas de éste se encontraba el regimiento de Campo Mayor del cual formaba parte San Martín, quien el día 23 de junio cubrióse de gloria en Arjonilla.

Pero es el caso que si en junio Coupigny dirigía la vanguardia, en julio otro era su comando y que, al organizarse el ejército que derrotaría a los franceses en Bailén, el General Castaños lo puso al frente de la división de la izquierda. En esa circunstancia el regimiento de Campo Mayor pasó a la división de Jones, o sea a la del centro; pero San Martín, que por el ascenso del 6 de julio ya no pertenecía a ese regimiento sino al de Borbón, recibió su puesto en la división de la izquierda, o sea en la división de Coupigny. Mitre está en lo cierto cuando lo señala en la segunda división del ejército de Andalucía, o sea en la que acabamos de mencionar, pero sufre un error cuando lo supone militando en esa división al frente del regimiento de Campo Mayor.

Su contrincante a la vez tiene razón cuando dice que el regimiento éste figuró en la batalla en la tercera división, o sea en la del centro, que era la de Jones; pero se equivoca cuando concluye que, por esta razón, San Martín no pudo pelear en Bailén bajo las órdenes de Coupigny. Como ya lo hemos visto, desde el 6 de julio San Martín había dejado de pertenecer al regimiento de Campo Mayor y por razón de su ascenso y de su nuevo destino figuraba ya en el regimiento de Borbón.

En forma, pues, categórica y concluyente, se puede afirmar -y así lo afirmamos nosotros- que en Bailén batióse San Martín contra los franceses en el ala izquierda del Ejército de Andalucía, y por razón de su grado y del escalafón que ya ocupaba en dicho ejército al frente de las fuerzas de caballería que integraban la División de Coupigny. Los propios partes remitidos por Coupigny y publicados en la Gaceta Ministerial, de Sevilla, nos prueban que el regimiento de Borbón militó en los preliminares de la batalla y en la misma batalla, bajo sus órdenes, «en tanto el Marqués de Coupigny -leemos en dicha Gaceta-, que debía sostener a Reding por La Higuereta y Villanueva, con su división de quinientos hombres marchó sobre este pueblo, que ocupaba el enemigo en una excelente posición, enviando las tropas ligeras a las órdenes de don Pedro Grimarest, siguiéndole con toda la caballería. El fuego vivísimo de los franceses hizo retroceder un poco las tropas ligeras; entonces adelantó su artillería y se dispuso a pasar los vados». Ante este avance de Coupigny el enemigo se retiró. El jefe español persiguiólo tenazmente y lo alcanzó más allá del camino de Andújar a Bailén. Esto determinó un ataque que obligó a los franceses a ponerse en retirada, después de dejar sobre el campo de combate doscientos muertos, muchos heridos y algunos prisioneros.

Dice el documento que tenemos a la vista que después de este encuentro Coupigny mandó como refuerzo a la división de Reding el batallón de Ceuta, doscientos voluntarios de Granada y ciento cincuenta catalanes, y que al rayar la mañana del 16 de julio, «observando que por el camino real se dirigía tropa y convoy hacia Andújar, hizo pasar los vados al regimiento de caballería de Borbón, al batallón de Voluntarios catalanes ,y a las guerrillas, los cuales, a pesar del buen orden del enemigo en su retirada, le cargaron por el flanco izquierdo y retaguardia, le mataron bastante gente y le hicieron varios prisioneros, entre ellos un correo de Dupont, con cartas suyas para Madrid; los prisioneros contestaron todos que la división de este General padecía mucho por hambre. ·Además, se le cogieron diez mulas y una tienda de campaña y se le inutilizaron los carros con ollas de campaña y otros efectos. Entre los muertos se encontró un oficial que era de ingenieros, según los papeles que se le hallaron». [8]

El parte éste concluye diciendo que el General en Jefe ocupó sin desgracias los visos de Andújar para contener por su frente al enemigo, y esto mientras las divisiones de Reding y de Coupigny atacaban su flanco para cortarle así la retirada. Este mismo parte nos habla, además, de tres cartas interceptadas de Dupont; según la primera de estas cartas súpose que el ataque llevado por Murgeón le había cerrado el camino de la Sierra y que la división de Coupigny lo había arrojado de Villanueva. En otra de esas cartas pide refuerzos, y en la tercera confiesa lo crítico de su situación. Por las líneas transcriptas vese, pues, el papel decisivo que en Bailén desempeñó la división de Coupigny, y en esta división, el regimiento de caballería de Borbón, en el cual figuraba San Martín con el grado de Capitán. Por estas circunstancias, que a nuestro entender están sobradamente fundadas, podemos afirmar que tomó parte en las cargas que ordenó Coupigny para desalojar a los franceses de las alturas de Bailén y aun en la persecución que siguió a este asalto, y que, como ya se ha visto, fue la que preparó el éxito de la batalla.

Por estas razones San Martín vino a ser actor -y actor de primera fila- en una batalla que concluyó por la completa capitulación del enemigo. Según el documento inédito que tenemos delante -foja de servicios del General Coupigny-, fue este General quien intimó a Dupont la rendición, acordándole quince minutos para decidirse. Esta rendición puso. a merced de los vencedores, diez y nueve mil prisioneros, entre ellos diez y ocho Generales y más de seiscientos oficiales. Entre sus trofeos contáronse cuarenta cañones y obuses, veinte carros de artillería y de bagaje, y más de cuatro mil caballos.

La batalla de Bailén fue reconocida en su tiempo como una batalla heroica, pues trece divisiones españolas, mal vestidas, mal alimentadas y reclutadas con premura, hicieron frente a veinticinco mil veteranos en los cuales confiaba Napoleón para el éxito de sus operaciones. La derrota de Bailén obligó a los franceses a evacuar Andalucía, y retrocediendo hasta el Ebro, fijaron allí su nueva línea de defensa. [9]

Un mes después de Bailén, es decir, el 11 de agosto, la Junta de Sevilla, por intermedio de su presidente, don Francisco de Saavedra, le hizo saber a San Martín que por su conducta en esta batalla era ascendido al grado de Teniente Coronel. En el mes de septiembre del mismo año, y estando San Martín en Madrid, se le otorgó la medalla mandada acuñar para premiar a los vencedores. «Tengo la satisfacción -le dijo en ese entonces el Marqués de Coupigny- de felicitarlo a usted por el grado de Teniente Coronel con que la Junta de Sevilla se ha servido distinguirlo.» Y después le agrega: «Incluyo a usted la certificación que me pide y es regular se sepa en ésa y usen los que tuvieron en Bailén la medalla que se nos ha concedido». [10]

Es esto, como se ve, una prueba más en pro de la tesis que sostenemos, pues si San Martín hubiera militado en Bailén bajo las órdenes de Jones, éste y no Coupigny le hubiera dirigido sus plácemes y congratulaciones.

Al ocuparse de Bailén y recordar la medalla que con tal motivo le fue otorgada a San Martín, Barros Arana nos dice: «Conservamos en nuestro poder como uno de los buenos objetos de nuestras colecciones, la medalla que usó San Martín después de la batalla de Bailén. Nos fue obsequiada por su familia, con una carta que certifica el valor de esa medalla, por haber pertenecido a este ilustre General». [11]

Pero es el caso que, al decir de Mitre, la tal medalla tuvo otro destino. «En los días de su ostracismo -escribe éste- una de las nietas del General San Martín llegó llorosa a su gabinete, y para consolarla le dio la medalla de Bailén, pendiente de una cinta amarilla con bordes encarnados, que su hija recogió y guardó, y de la que él, ya desprendido de las vanidades humanas, no volvió a acordarse. Esta medalla existe hoy en poder del Gobierno argentino, ofrecida por la misma nieta que la recibió en aquella ocasión». [12]

Creemos, pues, que el historiador chileno ya citado sufre un error y que la medalla a que él se refiere pudo haber sido otra medalla de Bailén, pero no la que le tocó en premio por sus heroicos servicios en esa batalla a San Martín. La de San Martín existe en el día de hoy en el Museo Histórico de Buenos Aires y forma parte de las muchas reliquias que pertenecieron al Libertador. [13]

La batalla de Bailén sirvió de motivo para que la amistad existente entre Coupigny y San Martín se intensificase en mayor grado. La descomposición de este ejército separó a muchos de sus jefes, pero San Martín y Coupigny formaron una camaradería sentimental y militar al mismo tiempo, y en ella permanecieron hasta que el Destino los llevó por rumbos opuestos.

Concretándonos al que fuera jefe y maestro del futuro Libertador, diremos que después de Bailén, Coupigny tomó parte en la batalla de Tudela, y que terminada ésta y por muerte del General Reding, fue designado para ir a Cataluña asumiendo allí el mando del ejército. «Las disposiciones y acciones parciales -leemos en su foja de servicios-, con que impidió que progresase el ejército enemigo, como la organización de nuestro ejército; la policía que estableció en toda la provincia y los socorros que hizo entrar en Gerona, a pesar de su estrecho bloqueo hasta la venida del General Blake; los trabajos que dispuso que se hicieran en las plazas del Principado, como Lérida, Tarragona, Tortosa y Cardona; la dirección que dio a las tropas y a los estados mayores de los cantones donde se hallaban tropas y paisanos reunidos; todas estas circunstancias dan una idea de lo que contribuyó a la heroica defensa de Gerona, hasta el mes de octubre del mismo año, en que fue nombrado individuo de la Junta de generales establecida en Sevilla.» En el año 1810, y después de la batalla de Ocaña, y entrada de los franceses en Andalucía, Coupigny fue nombrado Cuartel Maestre General del 5º Ejército, al mando del Marqués de la Romana, distinguiéndose luego en las líneas de Torres Vedras, donde logró impedir que el Mariscal Massena avanzase contra dichas líneas. En el año 1811 pasó a mandar el 4º Ejército en la isla de León, Cádiz y demás puntos del reino de Andalucía, en que no había penetrado el enemigo, y mientras duró su comando pudo despachar expediciones sobre la Extremadura. Estas fuerzas, que estaban bajo las órdenes de don Joaquín Blake, las del General don Francisco Ballesteros y las del Capitán General don Francisco Javier Castaños, reunidas con las del Mariscal Beresford, dieron y ganaron la batalla de Albuera.

El 26 de enero de 1812 Coupigny fue nombrado Capitán General de las islas Baleares, comisión particular que le confio el gobierno para restablecer la buena armonía con los Generales británicos, interrumpida en Mahón, y para arreglar con los Almirantes ingleses, que debían venir de Sicilia, las expediciones a realizarse en auxilio de Cataluña y de Valencia con las fuerzas militares existentes en aquellas islas. [14]

En vista de sus señalados servicios y de su acción decisiva y heroica en Bailén, Coupigny fue ascendido a Teniente General de los reales ejércitos el 21 de octubre de 1808, cuando su ayudante, nuestro San Martín, lo era al grado de Teniente Coronel.

Coupigny dejó de existir en Madrid el 26 de junio de 1825, y su fallecimiento fue comunicado a Palacio por aquel don Joaquín de la Pezuela, a quien las campañas libertadoras del Nuevo Mundo de San Martín habían desalojado del Perú.

Por el oficio que Coupigny dirigió a San Martín, al felicitarlo por su ascenso a Teniente Coronel después de Bailén, sabemos que aquél otorgó a éste un testimonio sobre sus servicios. No dudamos que en éste fueron puntualizados en forma clara y precisa los méritos con que San Martín se distinguió en aquella campaña de Andalucía, que comenzó por poner a raya a Dupont y concluyó después con la capitulación de este jefe, que se creía invencible. Desgraciadamente, este testimonio o certificado hace perdido, y la historia se ve privada de un precioso documento que nos hubiera permitido abordar el tema de lleno, ahorrándonos así un trabajo analítico, de hipótesis y de conjeturas.

 

« RETROCEDER AL CAPÍTULO 6

« ÍNDICE »

AVANZAR AL CAPÍTULO 8 »

[1] Archivo militar de Segovia. Legajo Nº 226.

[2] Archivo de San Martín, vol. I, pág. 89

[3] Ibídem, vol. I, pág. 93.

[4] Archivo de San Martín, vol. I, pág 97.

[5] Historia Militar de España, t. II, pág. 428.

[6] En estas mismas Memorias nos cuenta Girón un encuentro que tuvo en Portugal con San Martín. Dícenos que había sido destinado para entrar en Portugal, acompañando al General Junot, y que lo hizo bajo las órdenes del Marqués del Socorro, o sea el General Solano, y que al llegar a la Aldea Gallega encontróse allí con San Martín. Textualmente nos dice: «Estaba con nosotros el Capitán de Guías don José de San Martín, que lo era del de Campo Mayor, infantería ligera, el mismo que después fue dictador en Chile, su patria, y en el Perú».

[7] El crítico en cuestión era el señor Samper Weyler, quien a raíz de la publicación de la Historia de San Martín y de la Independencia Sudamericana, dirigió desde Mendoza, el 14 de enero de 1897, una carta al General Mitre puntualizando sus observaciones. La carta ésta, bajo el título San Martín en la batalla de Tudela, fue publicada en 1900 en el volumen XXIX de la Revista Nacional. Su original, que es el que hemos tenido entre las manos, existe en el Museo Mitre. Carpeta s/n, Nº 3.

[8] Gaceta Ministerial de Sevilla, año 1808, pág. 125.

[9] La victoria de Bailén fue anunciada por medio de boletines, que, al desparramarse por la Península, despertaron el más vivo de los entusiasmos. He aquí el que fue publicado el 23 de julio en el suplemento de la Gaceta Ministerial de Sevilla: «Valientes andaluces: la centella del patriotismo prendió vuestros pechos y en pocos días levantó el incendio que ha consumido a los opresores de la nación. Quisisteis ser libres y en el momento tuvisteis un gobierno tutelar y un ejército ansioso de pelea y de triunfo.

»Esas legiones de vándalos, que sorprendieron por un momento algunas de nuestras ciudades y las entregaron al saqueo, esos fieros enorgullecidos con las victorias que han alcanzado sobre naciones mal unidas y que marchan cargados de los despojos de la Europa, al derramar, sobre las hermosas campiñas del Betis el fuego de la desolación, han probado ya las fuerzas de la lealtad y del amor a la patria y a la religión.

»Valientes andaluces: vuestra es la gloria de Marengo, de Jena y de Austerlitz. ¡Los laureles que ceñían la frente de esos vencedores están ya a vuestros pies!

»¡Gloria inmortal al héroe que ha renovado en Sierra Morena las hazañas de Fabio Máximo! Nuestros hijos dirán: Castaños triunfó de los franceses y su gloria no llenó de luto las casas de nuestros padres». Este bando concluye: «Valientes andaluces: no habrá sacrificio que os parezca costoso cuando con él podéis conquistar vuestro rey y vuestra independencia. Ya tenéis una patria; ya sois una gran nación. Seguid la senda de gloria y de virtud que en la primera victoria os ha señalado el dios de los ejércitos

[10] Archivo de San Martín, t. I, pág. 111.

[11] Historia general de Chile, t. X, pág. 120.

[12] Historia de San Martín y de la Independencia Sudamericana, t. I, pág. 118.

[13] He aquí la descripción de esta medalla: Esmalte blanco. En el centro dos sables grabados en cruz, ligados por una cinta roja de la que pende un águila volcada. Sobre este grupo una corona de laurel, y en la orla del fondo azul, con letras de oro, la siguiente leyenda: Bailén, 19 de julio de 1808.

El reverso de la medalla es de oro liso y en la parte superior tiene una corona real, de la que pende una argolilla del mismo metal con la cinta -ésta es de los colores españoles- que sirve para fijarla sobre el pecho, Adolfo P. Carranza, fundador de aquel museo, la reproduce en su libro: San Martín.

[14] Archivo militar de Segovia. Legajo Nº 226.


Créditos: IGG Área de Comunicación y Sistemas - [email protected]
www.sanmartinano.gob.ar - www.facebook.com/institutonacionalsanmartiniano