Pasar al contenido principal
Instituto Nacional Sanmartiniano

La vejez del prócer. Por Domingo Faustino Sarmiento

En el 133º aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento (1888 - 11 de Septiembre - 2021), publicamos un breve artículo de su autoría sobre su entrevista con San Martín en París en 1846.

La vejez del Prócer. Por Domingo Faustino Sarmiento.

"Entrevista con San Martín en París, en 1846."

"A una legua de Mainville, no lejos de la margen del Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más noble de los emigrados que han abandonado su patria, su porvenir, huyendo de la ovación que los pueblos americanos reservan para todos los que les sirven. Nuestro don Gregorio Gómez, el general Las Heras, y otros restos del mundo antiguo, me habían recomendado con amor, con interés, y el general Blanco díchole tan buenas cosas de mí, que me recibió el buen viejo sin aquella reserva que pone de ordinario para con los americanos en sus palabras cuando se trata de la América. Hay en el corazón de este hombre una llaga profunda que oculta a las miradas extrañas, pero que no se escapa a la de los que se la escudriñan. ¡Tanta gloria y tanto olvido! ¡Tan grandes hechos y silencio tan profundo! Ha esperado sin murmurar cerca de treinta años la justicia de aquella posteridad a quien apelaba en sus últimos momentos de vida pública, y tiene setenta y cinco hoy (1); las dolencias de la vejez y el legado de las campañas militares, le empujan hacia la tumba y ¡espera todavía!"

"He pasado con él momentos sublimes que quedarán para siempre grabados en mi espíritu. Solos un día entero, tocándole con maña ciertas cuerdas, reminiscencias suscitadas a la ventura, un retrato de Bolívar que veía por acaso. Entonces, animándose la conversación, lo he visto transfigurarse, y desaparecer a mi vista el "campagnard" de Grand-Bourg, y presentárseme el general joven, que asoma sobre las cúspides de los Andes paseando sus miradas inquisitivas sobre el nuevo horizonte abierto a su gloria. Sus ojos pequeños y nublados ya por la vejez, se han abierto un momento, y, mostrándome aquellos ojos dominantes, luminosos, de que hablan todos los que le conocieron; su espalda encorvada por los años se había enderezado, avanzando el pecho, rígido como el de los soldados de línea de aquel tiempo; su cabeza se había echado hacia atrás, sus hombros bajádose por la dilatación del cuello, y sus movimientos rápidos, decisivos, semejaban al del brioso corcel que sacude su ensortijada crin, tasca el freno y estropea la tierra. Entonces la reducida habitación en que estábamos se había dilatado, convirtiéndose en país, en nación; los españoles estaban allá, el cuartel general aquí, tal ciudad acullá; tal hacienda, testigo de una escena, mostraba sus galpones, sus caseríos y arboledas en derredor de nosotros..."

"¡Ilusion! Un momento después, toda aquella fantasmagoría había desaparecido; San Martín era hombre y viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos vuelto a la época presente y nombrado a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia, tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos penetrantes, que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban ahora turbios, y allá en la lejana tierra veían fantasmas de extranjeros, y todas sus ideas se confundían: los españoles y las potencias europeas, la patria, aquella patria antigua, y Rosas, la independencia y la restauración de la colonia; y así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada".

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO.

(1) San Martín contaba entonces 68 años.

María Eugenia Belín Sarmiento (1860-1952). Domingo Faustino Sarmiento, s/f. Museo y Biblioteca Casa Natal de Sarmiento - Museo Nacional

FUENTE: AAVV. "San Martín, páginas escogidas sobre el héroe". Selección de Fermín Estrella Gutiérrez. Editorial Kapelusz. Buenos Aires, 1950, páginas 114-115.

CRÉDITOS: IGG. Área de Comunicación y Sistemas. Instituto Nacional Sanmartiniano.