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Instituto Nacional Sanmartiniano

San Martín Vivo de José Luis Busaniche. Capítulo 3. Estrategia Continental.

Continuamos con la publicación en línea de "San Martín Vivo", la historia de San Martín del revisionista José Luis Busaniche, un nuevo capítulo mes a mes. En esta ocasión "Estrategia Continental".

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CAPÍTULO 3

ESTRATEGIA CONTINENTAL

San Martín volvió a Buenos Aires. Al poco tiempo llegaron noticias de la espléndida victoria obtenida por Belgrano en Salta (20 de febrero de 1813) contra el ejército de Pezuela, victoria que hubiera sido de grandes consecuencias, a no ser por una infeliz capitulación otorgada por el general vencedor. Por momentos, el triunfo de la revolución pareció asegurado en el norte, pero la plaza de Montevideo (aunque sitiada por los patriotas desde la batalla del Cerrito: diciembre de 1812) mantenía su poderío naval y constituía serio peligro para la causa revolucionaria.

San Martín seguía consagrado a la formación de su regimiento. El año anterior había pedido al gobierno que fueran reclutados jóvenes de Yapeyú, su villa natal; y don Bernardino Rivadavia, entonces secretario de despacho, comisionó para ese fin a don Francisco Doblas, mediante la siguiente resolución: ". . . Defiriendo al deseo que ha manifestado el benemérito comandante del nuevo cuerpo de Granaderos a Caballo don José de San Martín, hijo del pueblo de Yapeyú, de reunir en la fuerza militar de su mando un número proporcionado de sus connaturales, por la confianza que de ellos tiene, a efecto de proporcionarles la gloria de que como todos los demás americanos, contribuyan con las armas al logro de la libertad de la patria que aspiran a esclavizar los tiranos, ha tenido por conveniente esta superioridad conferir comisión bastante a don Francisco Doblas, también oriundo de las expresadas Misiones, para que, trasladado a ellas, convoque a la juventud de su territorio, y haciéndoles concebir la necesidad y obligación en que se hallan de propender con su valor y ardimiento a sacudir el yugo que les amenaza, …. Les incline a que se presenten voluntariamente a alistarse en el pabellón americano, a que también les impulsa el honor, su deber y la nobleza de sus sentimientos de origen; haciéndoles saber que, así practicándolo, tendrán un lugar distinguido entre los valientes defensores de sus derechos e independencia, y que se harán acreedores a los premios que se dispensan al mérito en todas las clases del Estado... " (18 de agosto de 1812.)

El historiador de San Martín José Pacífico Otero dice a este respecto: "Ignoramos si los reclutas misioneros, por los cuales se interesaba San Martín, dejaron Yapeyú y se trasladaron a Buenos Aires a incorporarse a su regimiento. Los documentos guardan el mayor silencio al respecto, y no podemos establecer como afirmativo lo que se presenta dudoso." Nos complacemos en hacer conocer (sin comentarios) el siguiente documento inédito del Archivo General de la Nación: una presentación al general San Martín, de varios oficiales guaraníes llegados a Buenos Aires. Dice así:

"La felicidad que por todos caminos gloriosamente reina en esta capital y sus Provincias Unidas, nos ha proporcionado la suerte de haber venido a ella con los reclutas de nuestro país que ha conducido el capitán don Antonio Morales; ella, pues, nos ha dado el gusto de tener el honor de conocer a V.S. y de saber que es nuestro paisano, suerte a la verdad que nos proporciona la futura felicidad de aquel país, que aún se mantiene en infelicidad por la larga distancia en que se halla, pues aunque nuestro Supremo Gobierno le ha dispensado su protección, nada se ha adelantado, siendo la causa que los gobernantes que aun existen en aquel destino mantienen las miras del sistema antiguo, ocultando o interpretando las nuevas regalías que se nos conceden a medida de su deseo y queriendo aun tenernos en el abatimiento en que hemos vivido, procurando labrar ellos únicamente su suerte y ocultando el deseo que tenemos de ser útiles a la madre Patria. En esta virtud y mediante el hallazgo dichoso que hemos tenido en la persona de V.S., le rogamos sea nuestro apoyo para que prosperemos y disfrutemos de las delicias de nuestra libertad, elevando a nuestro Supremo Gobierno nuestras súplicas con los conocimientos que le damos a V.S. de aquel infeliz estado, y que desaparezcan aquellos restos de nuestra opresión y conozca nuestro benigno gobierno que no somos del carácter que nos supone, y sí del de verdaderos americanos, con sólo la diferencia de ser de otro idioma. Así, pues, señor, reiteramos los infrascriptos oficiales nuestra súplica esperando tener el feliz resultado de ser admitidos de su bondad.

"Dios guarde a V.S. muchos años. Buenos Aires, 6 de mayo de 1813. Matías Abuin. Teniente. Miguel Agbi (Alférez) Andrés Guayaré (Alférez) Juan de Dios Albaya (Alférez)."

Aunque las victorias de San Lorenzo y Salta (sobre todo esta última, anuncio de la ocupación del Alto Perú) eran motivo de regocijo para los patriotas, con todo y sin embargo, las noticias de Europa justificaban la seria preocupación que iba embargando los ánimos a medida que avanzaba el año 1813. La campaña de Rusia, empresa gigantesca que obligó al emperador Napoleón a retirar tropas de todos los estados vasallos del Imperio, permitió a los anglo-españoles de Wellington llevar desde Portugal un recio ataque a los franceses en España, que culminó muy favorablemente en la batalla de los Arapiles (22 de julio de 1812), cerca de Salamanca. Con esta batalla, el poder del rey José sufrió tan serio quebranto que se vio obligado a retirarse de Madrid en agosto del mismo año.

Fueron conocidas estas noticias en Buenos Aires a fines del año 12, y pronto se agregaron otras más sensacionales, como la derrota de Napoleón en Rusia (conocida en enero de 1813), la nueva derrota de los franceses en Victoria (España) que hizo pensar seriamente en el retorno de Fernando VII al trono; el desastre de Napoleón en Leipzig (desmoronamiento de su imperio) y, para desdichado remate, las derrotas de Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma (octubre y noviembre de 1813), vale decir la pérdida total del Alto Perú y la amenaza de otra invasión como la del año 12 por el norte.

En pocos meses la situación había cambiado radicalmente en desmedro de la causa. La Asamblea, que inició sus sesiones bajo el buen auspicio de los triunfos de San Lorenzo y Salta, se encontraba, a fines de ese mismo año, enfrentada a los sucesos más adversos. Derrotado Belgrano en el Alto Perú, ¿quién otro que el coronel San Martín podía reemplazarlo? Pero ahora, ese gran capitán recibiría un ejército que él mismo calificará de "tristes fragmentos de un ejército derrotado" y el horizonte se ofrecía cada vez más aciago: Los españoles en Montevideo con posibilidad de recibir refuerzos de España y de Lima, perdido el Alto Perú, Chile invadido por el sur y, lo que era peor, la próxima vuelta de Fernando al trono, e Inglaterra neutral y comprometida con la Santa Alianza.

Conocidos los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, el Poder Ejecutivo nombró al coronel San Martín jefe de una expedición auxiliar al Alto Perú. Salió San Martín en el mismo mes con su cuerpo auxiliar. Su correspondencia con Belgrano en estos momentos da prueba en que el derrotado de Vilcapugio y Ayohuma y el futuro vencedor de Chacabuco y Maipo se comunican impresiones y sentimientos, revela sin duda dos grandes almas, dos caracteres heroicos de temple antiguo. Al saber que San Martín estaba en camino, Belgrano le escribe: "Mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la patria y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. En fin, mi amigo, espero en usted un compañero que me ayude y quien conozca en mí la sencillez de mi trato y la pureza de las intenciones que Dios sabe no se dirigen, ni se han dirigido, más que al bien general de la patria y sacar a nuestros paisanos de la esclavitud en que vivían. Empéñese usted en volar, si le es posible, con el auxilio y en venir a ser, no solo mi amigo, sino maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere." Y San Martín decía de Belgrano a Rodríguez Peña: "V.E. esté firmemente persuadido que su buena opinión entre los principales vecinos, emigrados del interior y habitantes de este pueblo es grande; a pesar de los contrastes que han sufrido nuestras armas a sus órdenes, lo consideran como un hombre útil y necesario en el ejército porque saben su contracción y empeño, y conocen sus talentos y su conducta irreprensible."

"Páginas como éstas (dice el general Mitre) son las que hacen la gloria de la humanidad. Hay en ellas grandeza de alma, de parte de uno y otro y al mismo tiempo espontánea sencillez en la abnegación y en la generosidad recíproca."

En Yatasto se produjo el abrazo histórico, y Belgrano abandonó algún tiempo después aquel ejército derrotado que antes había conducido a la victoria. San Martín se dio inmediatamente a restaurado con aquella minuciosa y admirable constancia que ponía en todas sus empresas, interrumpida únicamente para remontarse de vez en cuando en alas de su genio y abarcar de un solo golpe la síntesis certera y feliz. Pero los momentos urgían; no era el caso de perder lo ganado y fracasar una tercera vez en el camino del Alto Perú. La revolución sólo podría salvarse con una vasta campaña de alcance continental que permitiera golpear el poderío español en Lima, y, de ser posible, antes de que Fernando VII, restituído en su trono, pudiera mandar ejércitos al continente. Por eso, en abril de 1814, escribió San Martín a Rodríguez Peña, presidente del Consejo de Estado bajo el directorio de Posadas, su célebre carta:

"No se felicite, mi querido amigo, con anticipación de lo que yo pueda hacer en esta; no haré nada y nada me gusta aquí. No conozco los hombres ni el país, y todo está tan anarquizado, que yo mejor que nadie lo poco o nada que puedo hacer. Ríase usted de esperanzas alegres. La patria no hará camino por este lado del Norte que no sea una guerra permanente, defensiva, defensiva y nada más; para eso bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones buenos de veteranos. Pensar en otra cosa es echar al pozo de Airón hombres y dinero. Así es que yo no me moveré ni intentaré expedición alguna. Ya le he dicho a usted mi secreto: Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar allí con los godos apoyando un gobierno de amigos sólidos, para acabar también con los anarquistas que reinan. Aliando las fuerzas, pasaremos por el mar a tomar a Lima; es ese el camino y no este, mi amigo. Convénzase usted que hasta que no estemos sobre Lima, la guerra no se acabará. Deseo mucho que nombren ustedes alguno más apto que yo para este puesto: Empéñese usted para que venga pronto ese reemplazante y asegúreles que yo aceptaré la intendencia de Córdoba. Estoy bastante enfermo y quebrantado; mas bien me retiraré a un rincón y me dedicaré a enseñar reclutas para que los aproveche el gobierno en cualquier parte. Lo que yo quisiera que ustedes me dieran cuando me restablezca, es el gobierno de Cuyo. Allí podría organizar una pequeña fuerza de caballería para reforzar a Balcarce en Chile, cosa que juzgo de gran necesidad, si hemos de hacer algo de provecho, y le confieso que me gustaa pasar mandando este cuerpo."

Estamos ya en 1814, año en que, después del tratado de Valerçay (diciembre de 1813), Fernando VII será restaurado en el trono de España… Posadas ha hecho gestiones diplomáticas, algunas muy comprometedoras, para conjurar la catástrofe, y Sarratea es el encargado de buscar un armisticio con los jefes españoles, a instancias del ministro inglés en Río de Janeiro... Pero al mismo tiempo, Posadas y Alvear, siempre vigilantes, organizan la primera escuadra que, al mando de Guillermo Brown, ha de enfrentar a los marinos españoles de Montevideo. Merced a los desvelos de aquel gobierno se organiza la escuadra: El 17 de mayo, Brown destruye a la flota realista frente a Montevideo; el 20 de junio, ante Alvear, que ha llevado grandes refuerzos al sitio (y sin estos refuerzos la plaza no hubiera caído), el general español Vigodet capitula. Suceso es éste de mucha trascendencia que coloca de hecho al territorio hoy argentino en situación de independencia y evita que todo el ejército español de Morillo venga desde España a ponerse en seguridad tras los recios muros de Montevideo para emprender desde allí la reconquista del territorio. Por eso, y con sobra de razón, le escribía Posadas, lleno de regocijo, a San Martín el 24 de junio: "Respire ese corazón. Montevideo es nuestro por capitulación. Carlos está adentro con su tropa; la escuadra del estado se ha apoderado del puerto. French ha traído los pliegos. No hay tiempo para más; los pormenores irán por otro extraordinario. Póngase usted bueno y ataque la maldita enfermedad para poder resistir a Pezuela si como usted dice se acerca al Tucumán." Y en otra de 18 de julio: "El maldito Bonaparte la embaral mejor tiempo: expisu imperio, cosa que los venideros no creerán en la historia, y nos ha dejado en los cuernos del toro. Yo soy de parecer que nuestra situación política ha variado mucho y que de consiguiente deben tambn variar nuestras futuras medidas."

"Cosa que los venideros no creerán en la historia." Esta expresión de Posadas revela cuán arraigada y absoluta era la convicción que los hombres de América habían tenido sobre la perdurabilidad del imperio napoleónico; y cómo habían considerado definitiva y consumada la conquista de España por José 1º en los años 1810 y 1811. Otra frase de esa carta es harto sugestiva: "Napoleón nos ha dejado en los cuernos del toro." El toro era Fernando VII, protegido por los aliados y por Inglaterra, cuya restauración trastornaría la política y la guerra de América.

Lo cierto es que las relaciones de Posadas y Alvear con San Martín son cordiales en extremo en estos primeros meses de 1814. En abril, San Martín presenta un pedido de licencia fundado en motivos de salud. Al mes siguiente la licencia está concedida y el enfermo se marcha a una finca de Córdoba después de haber dejado el ejército en manos del general Francisco Cruz. San Martín había pasado la mayor parte de este tiempo en Tucumán, donde inició la construcción de una fortaleza. El oficial Gregorio Aráoz de La Madrid, que le conoció para esa época, nos cuenta cómo concurrían en un principio los jefes de cuerpo a casa del señor general en jefe para uniformar las voces de mando, entre ellos el mismo general Belgrano. "Colocados todos los jefes por antigüedad -dice La Madrid-, daba el señor San Martín la voz de mando y la repetían en el mismo tono los demás; no recuerdo si en la segunda reunión, al repetir el general Belgrano, que era el primero, la voz que había dado el señor San Martín, largó la risa el coronel Dorrego. El general San Martín, que lo advirtió, díjole con fuerza y sequedad: -Señor Coronel, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando! Dio nuevamente la voz y, riéndose nuevamente Dorrego al repetirla el general Belgrano, el señor San Martín, empuñando un candelabro de sobre la mesa y dando con él un fuerte golpe sobre ella, echó un voto dirigiendo una mirada furiosa a Dorrego que no volvió más a reír y al día siguiente lo mandó San Martín desterrado a Santiago del Estero. Cuando poco después se retiró el general San Martín, me regaló su espada al tiempo de marcharse, diciéndome que era la que le había servido en San Lorenzo y que me la daba para que la usase en su nombre y seguro de que sabría yo sostenerla. Lo que el general Paz dice respecto a que la enfermedad del general San Martín fue un pretexto para retirarse del ejército, porque adquirió el convencimiento de que vendría a suplantarlo cuando llegase la ocasión otro general más favorecido, estoy en creer que sólo son conjeturas de él (en vista de lo que sucedió después con el general Rondeau), pues es efectivo que el general San Martín estuvo enfermo, pues vomitó sangre varias ocasiones y no recuerdo que se hubiese evidenciado después como dice Paz, que ello era un mero pretexto."

Ya en Córdoba, con licencia por enfermedad, visitó a San Martín el -más adelante- ilustre general Paz, que nos cuenta en sus Memorias la siguiente escena: "Cuando llegué a Córdoba, estaba el general San Martín en una estanzuela, a cuatro leguas de la ciudad, siempre diciéndose enfermo. Estuve a visitarlo con otras personas; nos recibió muy bien y conversó largamente sobre nuestra revolución. Entre otras cosas dijo: -Esta revolución no parece de hombres, sino de carneros... Para probarlo refirió que ese mismo día había venido uno de los peones de la hacienda a quejársele de que el mayordomo, que era un español, le había dado unos golpes por faltas que había cometido en su servicio. Con este motivo exclamó: -¡Qué les parece a ustedes, después de tres años de revolución, un maturrango se atreve a levantar la mano contra un americano! Esta es, repitió, revolución de carneros. La contestación que había dado al peón era en el mismo sentido, de modo que los demás se previnieron para cuando aconteciese un caso semejante. Efectivamente, no pasaron muchos días y queriendo el mayordomo hacer lo mismo con otro peón, éste le dio una buena cuchillada de la que tuvo que curarse por mucho tiempo. Se dijo que se le había ofrecido al general San Martín el gobierno de Córdoba y no lo admitió, mas aceptó el de Mendoza, debiendo ser la cuna del ejército de los Andes que tantas glorias dio a la patria y que puso en transparencia el mérito superior del general que lo mandó."

Traído y llevado por las alternativas de aquel momento tempestuoso, entre las que contaba la guerra civil del litoral, vinculada a las circunstancias de la emancipación, Posadas adoptaba medidas contradictorias y hasta se inclinó a felicitar a Fernando VII para sortear la situación, por acuerdo de su Consejo de Estado. Sin embargo, el 10 de agosto de 1814, dio el siguiente decreto:

"…Debiendo recaer el mando de la provincia de Cuyo… en un jefe de probidad, prudencia, valor y pericia militar, cuyas calidades, con las demás que se requieren para su desempeño, concurren en la persona de don José de San Martín, coronel del Regimiento de Granaderos a caballo y general en jefe que acaba de ser en el ejército auxiliar del Perú, he venido a nombrarlo, a su instancia y solicitud, por tal Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo con el doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos a la patria y el de lograr la reparación de su quebrantada salud en aquel delicioso temperamento. En cuya conformidad ordeno al actual gobernador de dicha provincia y al Cabildo de la ciudad de Mendoza, su capital, que luego que se presente con este mi despacho el nominado don José de San Martín, le hagan inmediatamente entrega formal del mando y le tengan, hayan y reconozcan por tal gobernador intendente, con el sueldo, honores, distinciones y prerrogativas que han gozado y debido gozar sus predecesores… Gervasio Antonio de Posadas. Nicolás de Herrera."

Como se ve, Posadas y Alvear siguieron tratando ese año al futuro Libertador, no sólo con respetuosa simpatía, sino con solícita admiración. Le bastó a San Martín decir que deseaba la Intendencia de Cuyo para que le fuera otorgada con honroso decreto. Y bueno es recordar que aquel don Gervasio Posadas y su sobrino Alvear, cuyos errores -de otra naturaleza- condena la historia, franquearon a don José de San Martín con ademán que mucho les honra, no solamente la Intendencia de Cuyo, sino también los ríos argentinos limpios de enemigos y la ciudadela de Montevideo con el pabellón de la libertad, que importaba nada menos que el actual territorio argentino independiente, ya que, como el mismo San Martín lo pronosticó, para defender la frontera del norte, "bastaban los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones buenos de veteranos"

 

 AGENDA DE LECTURAS

Lo resuelto por Rivadavia sobre reclutamiento de soldados en Yapeyú puede leerse en la obra de Otero, ya citada. La comunicación de los oficiales indios a San Martín, del 6 de mayo de 1813, es documento inédito y fue hallado por el autor de este libro en el Archivo de la Nación Argentina. La correspondencia entre Belgrano y San Martín está casi toda ella en el Archivo de San Martín, ya citado. Puede leerse con provecho una conferencia de Mario Belgrano titulada Belgrano y San Martín, publicación del Museo Histórico Nacional. Los demás documentos, en el Archivo mencionado. Las Memorias del general Paz y las del general La Madrid, las primeras muy superiores a las segundas y notables desde todos aspectos, ilustran sobre muchos sucesos de esta época. El nombramiento de San Martín como gobernador intendente de Cuyo está en el Archivo del prócer.

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