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Instituto Nacional Sanmartiniano

Los restos del General San Martín en Montevideo

El 22 de mayo de 1880, seis días antes de su llegada al puerto de Buenos Aires, los restos del General San Martín desembarcaban en Montevideo. Conducidos a la Catedral, la multitud arrojaba flores desde los balcones al paso del féretro por las calles de la ciudad. Pueblo y gobierno del Uruguay tributaron ese día los más altos honores fúnebres en memoria de nuestro ilustre héroe americano. Por Roberto Colimodio, miembro correspondiente por la provincia de Buenos Aires de la Academia Sanmartiniana.

Sentimiento de Patriotismo [1]

Con el Villarino en aguas del Río de la Plata, los acontecimientos se precipitan, llegaba la hora de los homenajes y de concretar los preparativos primero en la orilla oriental del río “color de león”.

Casi cincuenta y un años después, desde 1829, San Martín regresaba al Plata y precisamente a Montevideo, última tierra americana que lo despidió luego de su frustrado intento por desembarcar en una Buenos Aires sumida en luchas internas entre unitarios y federales bajo el gobierno de Lavalle que había tomado el poder por las armas y fusilado al gobernador Dorrego en Navarro.

El largo viaje de 30 años llegaba a la anteúltima etapa, Montevideo esperaba los restos del General San Martín con los brazos abiertos y el corazón emocionado desde que se anoticiaron de la partida del Villarino del puerto francés del Havre el 21.Abr.1880.                   

“Un deber nacional”

Apenas tuvo el gobierno oriental conocimiento de que los restos de San Martín pasarían por Montevideo, procedentes del Havre rumbo a Buenos Aires, el presidente de la República, el doctor Don Francisco Antonio Vidal [2], envió un mensaje y proyecto de ley a la Asamblea General, recabando autorización para rendirles honores oficiales, expresando que iba suscrito además por el ministro de Relaciones Exteriores, doctor don Joaquín Requena y García [3], que “consideraba un deber nacional” la adhesión del país en tal circunstancia. El proyecto fue enviado a la Asamblea el 23.Abril.1880 y el Senado lo trató de inmediato. No hubo oposición alguna, obviamente. La votación afirmativa fue unánime y el senador doctor don Laudelino Vázquez [4] pronunció en el recinto un estupendo discurso en el que, además de hacer el elogio del patricio, se refirió a la actuación del Regimiento de Caballería 9, del ejército oriental, que había estado bajo las órdenes de San Martín en las batallas que debieron librarse para obtener la Independencia de Perú y Ecuador.

Francisco Antonio Vidal. Presidente de la República Oriental del Uruguay.

Días más tarde la Cámara de Representantes aprobó unánimemente el proyecto; y fue más expresiva en su decisión. Luego de un elevado debate, en el que intervinieron legisladores como don Francisco Bauzá [5], don Martín Aguirre [6] y don Pablo Ninfas y González, el cuerpo hizo pública esta elocuente declaración:

“Considerando la Cámara que los honores que se le han de hacer al General San Martín son sus merecimientos como uno de los libertadores de la América del Sur y por haber comandado en las gloriosas jornadas en Chacabuco y Maipo tropas de la República Oriental del Uruguay, resuelve suprimir las discusiones (general y particular) reglamentarias y aprobar sobre tablas el proyecto del Poder Ejecutivo”.

Así tuvo sanción la Ley 1464, cuyo texto íntegro decía: 

Artículo 1 - El Poder Ejecutivo, luego que tenga noticia oficial de haber fondeado en el puerto el vapor que conduce los restos mortales del esclarecido Capitán General Don José de San Martín, rendirá los honores fúnebres correspondientes a la más alta categoría militar de la República Argentina.

Artículo 2 - Comuníquese, etc.                                  

El 10 de Mayo de 1880, el presidente Dr. Vidal ponía el cúmplase a la susodicha ley, y el ministro de Hacienda e interino de Relaciones Exteriores, don Juan Peñalva la refrendaba.

La gestión Irigoyen        

El ministro argentino en Montevideo, doctor don Bernardo de Irigoyen, solicitó y obtuvo autorización del gobierno oriental para el desembarco de sendas compañías de Cadetes de Palermo y Aspirantes de Marina - ambas argentinas - con bandera y armas, a fin de sumarse a las tropas que rendirían honores. Irigoyen había sido comisionado por el Gobierno argentino en misión de mediación por los conflictos con el vapor de la Armada “Vigilante” y la balandra oriental “Pansiero”, que repercutieron negativamente en la opinión pública y mellaron las relaciones diplomáticas entre ambos estados. En pocos días, y reunido con el presidente uruguayo se zanjaron las diferencias e Irigoyen regresó al país en la cañonera “Paraná” que escoltó al “Villarino”. Aquel extraño sino de espera en la rada montevideana y en las balizas bonaerenses que había acompañado al personaje en vida, volvió a repetirse en 1880. El “Villarino”, arribó el 20 a la rada de Montevideo y permaneció hasta la caída de la tarde del sábado 22, el día dispuesto para el solemne ceremonial en honor de sus cenizas y memoria.                                              

Mientras tanto los gobiernos argentino y uruguayo dictaban decretos y formaban comisiones de honor:               

DECRETO 1678/80 Nombrando una Comisión para recibir en Montevideo los restos del General San Martín                         

Departamento de Guerra

Buenos Aires, Mayo 19 de 1880

De conformidad al programa aprobado para la recepción de los restos del General San Martín, el Presidente de la República, Decreta:

Artículo 1º - Nómbrase para componer la Comisión que debe trasladarse a Montevideo a recibir los restos del ilustre Capitán a los Brigadieres Generales D. Juan E. Pedernera, D. Luis M. Campos, D. José M. Bustillo; Coroneles D. José Murature, D. Joaquín Viejobueno, D. Eduardo Escola y D. Martín Guerrico; al Capellán Castrense del Ejército, Canónigo honorario D. José            Sevilla y Vázquez, y al Canónigo D. Patricio Dillon.

Art. 2º - Las Compañías de Cadetes y Aspirantes de los Colegios Militar y Naval, se trasladarán a Montevideo, acompañando a la Comisión nombrada, para recibir y custodiar los restos con los honores de Ordenanza. AVELLANEDA. C. Pellegrini

Del lado uruguayo se hacía lo propio:

El 21 de Mayo, en las vísperas de la llegada de los restos, por el ministerio de Guerra y Marina - pero con la firma de todos los ministros del Poder Ejecutivo - se dio a conocer un decreto disponiendo:

Artículo 1 - Nómbrase para recibir y acompañar hasta a bordo del buque de guerra argentino “Villarino” los restos del esclarecido Capitán General Don José de San Martín, una Comisión compuesta por los señores: Presidente del Honorable Senado, don Jacinto Figueroa; General de División don Felipe Fraga [7]; Jefe del Estado Mayor General de Ejército, coronel don Ventura Torrens [8]; Diputados Nacionales doctor don Martín Aguirre, don José Cándido Bustamante [9] y don Francisco Bauzá; coronel don Pantaleón Pérez [10] y ciudadano don Fernando Torres.

Artículo 2 - Hágase saber, etc. - Vidal - Máximo Santos- Eduardo Mac Eachen - Joaquín Requena y García - Juan Peñalva”.

El mismo día se dispuso lo relativo a la formación de tropas en los actos de arribo y reembarque de los restos. Estaría presente toda la guarnición capitalina, luciendo uniforme de gran gala; se resolvió que comandara la línea el entonces coronel don Máximo Tajes.

Agradecimiento al Gobierno Oriental                                 

Bernardo de Irigoyen, Ministro argentino en Montevideo envió una nota de agradecimiento por los preparativos de honores a brindar al General San Martín al Ministro de Relaciones Exteriores de la República Oriental del Uruguay, Dr. D. Joaquín Requena y García.

Montevideo, Mayo 21 de 1880  

Señores Ministros:

El pueblo y Gobierno Argentino experimentarán una alta satisfacción al instruirse de las demostraciones que el pueblo y Gobierno Oriental se disponen a tributar a la memoria del ilustre General San Martín.

Las grandes acciones del vencedor de Chacabuco y Maipú constituyen una gloria común para los americanos y la espontaneidad con que argentinos y orientales se agitan en estos momentos para honrar las cenizas de aquél héroe que tornan a la patria escoltados por la grandeza de sus hechos, muestran que existe en ambas Repúblicas del Plata el sentimiento de la gratitud a sus libertadores, y el vínculo de la fraternidad que las liga desde los primeros rasgos de su historia.

El infrascripto enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la República Argentina se honra en participar a V.E. esta manifestación a nombre de la Nación y del Gobierno que representa.

Sírvase V.E. aceptar las consideraciones de mi distinguido aprecio.

BERNARDO DE IRIGOYEN

Gesto del coronel Santos

Dentro de la gratitud destacada por el ministro argentino Irigoyen y también por la comisión de argentinos (residentes y recién llegados) debemos resaltar el gesto del coronel Santos que enterado que la comisión resolvió hacer un funeral en la Catedral con un costo de 500 $ y que el doctor Irigoyen se ofreció a abonarlos; inmediatamente enterado el coronel Máximo Santos [11] envió un edecán a informarles que “mientras permanecieran los restos de San Martín en el país, el Gobierno corría con los gastos” mandando en el acto preparar el “mejor funeral posible”. Este rasgo de generosidad también despertó en la comunidad argentina la mayor gratitud.                              

La ceremonia

Todo estaba listo, el día elegido fue el 22 de Mayo, se había dispuesto asueto en las escuelas y que las oficinas públicas estuvieran cerradas; reglamentando la ley de honores, se resolvió que el pabellón nacional permanecería izado a media asta en todo el país el día de la ceremonia; y que en la fecha señalada, las baterías efectuarían una salva cada cuarto de hora, desde la salida a la puesta del Sol. Ya a las 9:30 estaban formados en la calle Colón los batallones Civil, 5º, 3º y 2º de Cazadores y una sección de artillería al mando todas estas fuerzas del teniente coronel Máximo Tajes [12].

Los cadetes y aspirantes argentinos (que habían arribado en la cañonera Paraná el día anterior) [13] se formaron frente a la Aduana.

A las 10:15 las comisiones y parte de los cadetes y aspirantes se embarcaron en el vaporcito “Artigas”, que estaba completamente enlutado y se dirigieron a bordo del “Villarino” que tenía las vergas cruzadas y hacía un disparo cada cuarto de hora, respondiéndole la cañonera “Paraná” y la batería de tierra. La sagrada urna fue primeramente transbordada al vapor “Artigas”, empavesado en pleno, bajo la escolta y el acompañamiento oficial militar, naval y cívico argentino-uruguayo, que no lo abandonó, en guardia de honor, en toda la jornada; bajo los saludos y salvas de las baterías de la plaza. Los buques de guerra tuvieron ese día sus pabellones a media asta al igual que todas las reparticiones públicas y los consulados en tierra. En los muelles del embarcadero frente a la Capitanía del Puerto vistosamente engalanados, esperaban el desembarque del ataúd, el Ministro Bernardo de Irigoyen y el resto de la Comisión.

Recibida en tierra por las comisiones nombradas por ambos gobiernos, miembros del gabinete e invitados especiales, se la situó en una hermosa carroza fúnebre tirada por seis caballos negros, con sus palafreneros y al lento ritmo musical de la ocasión, recorrió las calles principales de la ciudad vieja, acordonadas por el ejército en su saludo a la funerala, para ser llevada a la Iglesia Matriz, escoltados en el puesto de honor por los cadetes argentinos.      

       Catedral de Montevideo. Plaza Constitución. Circa 1900

La procesión por las calles

Llevaban los cordones de la carroza fúnebre los generales Pedernera y Fraga, el ministro argentino Dr. Irigoyen, el ministro de Hacienda señor Peñalva, y los Señores Carlos Guido y Spano y don Tomás Eastman.

El magnífico carro fúnebre que conducía el féretro, fue donado por don Federico O’Donelly, como hijo de la República Argentina; el féretro estaba literalmente cubierto de flores y coronas enviadas por las señoras de Villegas, Zumarán de Shaw, Lila de Eastman, Clemencia B. de Posadas e Isabel B. de Berro, y los señores Carlos y Agustín de Castro, Héctor G. Wieh, Zumarán Shaw y muchos más.                                    

La procesión del puerto a la Catedral fue integrada también por los Secretarios de Estado, miembros del Tribunal y del cuerpo Legislativo, otras personas y las fuerzas de la guarnición; tomando la comitiva por calle Colón, girando en Sarandí hasta llegar a la Catedral. El cuerpo diplomático y algunos oficiales de las armadas extranjeras surtas en el puerto acompañaron también el féretro, entre ellos el Ministro de Chile, señor José Victorino Lastarria. Aunque oficialmente el día no fue declarado feriado la mayoría del pueblo lo había hecho. De muchos balcones se arrojaron flores al paso del féretro del Libertador, destacándose algunas bellas damas que por largo rato tiraron flores sobre la comitiva. La iglesia Catedral, en su interior había sido cubierta de riguroso luto; en los arcos grandes cortinados con cenefas del mismo color, dando impresionante aspecto a la ceremonia.

Llegado a la Iglesia Matriz el féretro fue colocado en un gran catafalco al pie de la escalinata que conduce al altar mayor adornado por las banderas de los países americanos y con el nombre del prócer en el centro. A los costados del templete se colocaron inscripciones alegóricas a la memoria del héroe inmortal. Los estudiantes y catedráticos de la Universidad, colocaron una placa o lámina de plata sobre el féretro. Hubo además una corona de hierro de los argentinos residente y otra corona metálica portada por los hijos del Dr. Escardó, entre otras manifestaciones más.

En el atrio de la Matriz, se encontraban el jefe del Estado y sus ministros, generales, veteranos de la Independencia, miembros del Parlamento, magistrados y el cuerpo diplomático. En las calles, el pueblo se adhería a los honores que el Libertador recibía. Ofició S. S. Ilustrísima el Sr. Obispo de Montevideo, D. Jacinto Vera [14], acompañado por las más altas dignidades de la Iglesia oriental.

Retrato del Rdo. Vera siendo Cura Vicario de Guadalupe (Canelones)

A las 13 horas, una vez finalizado el oficio, religioso, nuevamente la urna fue depositada en la carroza cubierta de flores y tirada por seis yuntas de caballos negros; y con la escolta de cadetes y grumetes argentinos y soldados orientales, marchó el cortejo por las calles Ituzaingó, Veinticinco de Mayo y Colón, rumbo al puerto.           

Las fuerzas militares renovaron en esta ocasión los honores fúnebres y las bandas ejecutaban marchas alusivas.

Embarcadero sobre la calle Colón

En el embarcadero - sobre la calle Colón - pronunciaron sentidos discursos el Canciller Requena y García por la nación oriental; el Dr. Irigoyen por el gobierno y pueblo argentinos. Y también unieron su voz a la apoteosis, los señores Florencio Escardó, Carlos Gómez Palacios, Jorge Ballesteros, Ernesto Fernández Espiro y Nicolás Calvo.

A las 15, terminadas las alocuciones, en medio de las salvas y la emoción de todos, las cenizas de San Martín, fueron embarcadas en el pequeño vapor y pasadas al “Villarino” que levantó ancla y partió con rumbo a Buenos Aires, custodiado por tres naves de guerra argentinos que conducían a bordo las diferentes comisiones de recepción y homenaje.        

De esta manera el Uruguay honró los despojos de San Martín, demostrando que – como título el periódico La Nación – “No se habían extinguido en nuestra raza los sentimientos del patriotismo”.                      



Por Roberto Colimodio. Miembro Correspondiente por la provincia de Buenos Aires de la Academia Sanmartiniana.

 

Fuente: BLANCO, Martín F. y COLIMODIO, Roberto A.: "Repatriación de los restos del general San Martín. Un largo viaje de 30 años (1850-1880). Edición de autores. 2019. Buenos Aires.



NOTAS:

[1] Relato basado en diversas publicaciones de los periódicos uruguayos: El Ferro-carril; La Nación y La Razón. También crónicas aparecidas en La Nación y La República de Buenos Aires. Además se usaron de referencia y fuentes: GARCÍA, Flavio A.: “San Martín y el Uruguay”. Revista Biblioteca Nacional Uruguaya No 16. Año 1976 y RODRÍGUEZ FABREGAT, Enrique (h): El pasaje de los restos del Libertador San Martín por Montevideo”, en Revista Argentina. 1950. Buenos Aires.

[2] Francisco Antonio Vidal y Silva (1825-1889). Dos veces presidente del Uruguay (1880-1882) y (1886). Miembro del Partido Colorado. Hijo de Francisco Antonino Vidal Gosende, relevante político oriental. Médico graduado en la Facultad de Medicina de París. Ministro de Gobierno de Venancio Flores durante la Guerra de la Triple Alianza. Diputado y Senador en varias oportunidades.

[3] Joaquín Pedro Inocencio Requena y García (1838-1895), doctor y escritor uruguayo Ministro de Relaciones Exteriores (1880/81).

[4] Laudelino Vázquez (1835-1907) fue uno de los primeros egresados de la universidad. Ocupo cargos de jerarquía como juez de crimen y letrado de Comercio. Ministro del tribunal superior de Justicia. Autor del Código de instrucción criminal y coautor de un proyecto de ley de procedimiento civil.       

[5] Francisco Bauzá (1849-1899) Hijo del coronel de la Independencia Rufino Bauzá, profesor, escritor, periodista y político. Diputado y Senador en varias oportunidades, fue candidato a Presidente de Uruguay en 1893 por el Partido Colorado.

[6] Martín Aguirre Pérez (1847-1909) abogado y político del Partido Blanco. Sobrino y ahijado político del presidente Atanasio Aguirre. Diputado y Senador y líder del sector más radical de su partido.           

[7] Felipe Fraga (1803 – 1855) Militar de la cruzada libertadora de 1825/28 en Rincón e Ituzaingó. Participó en Cagancha y en el Sitio Grande a Montevideo (1843 – 1851). Fue funcionario de gobierno, edecán y jefe de estado mayor bajo la presidencia de Batlle. Promovido a teniente general por el presidente Santos.

[8] Ventura Torrens Castellanos (BA 1815- Montevideo 1884).

[9] José Cándido Bustamante (1834 – 1885), político, escritor, periodista y militar. Partido Colorado. Ministro de Gobierno de Batlle y Varela. Jefe Político y de Policía de Montevideo entre 1867 y 1872. Senador por Salto y vicepresidente de la Cámara Alta. Director del diario La Conciliación y fundador de La Tribuna.

[10] Pantaleón Pérez (1860-1891), médico y político. Fundador de la Sociedad de Socorros Mutuos del Partido Nacional.

[11] Máximo Benito Santos Barbosa ( 1847-1889) militar y político, Presidente de la R.O.U entre 1882 y 1886. Si bien integraba el partido colorado, Santos era independiente y debido a ello no contó con ningún apoyo corporativo: se enfrentó a la Iglesia, a los masones, a los aristócratas (doctores) y a la oposición, e incluso a sectores de su propio partido. No obstante logró en su mandato cambios profundos que prepararon al incipiente país para transformarse en un Estado moderno. Sufrió un atentado al final de su presidencia. Su principal opositor fue José Batlle y Ordóñez quien lo atacó constantemente en la prensa.

[12] Máximo Tajes (1852-1912) comenzó la carrera de las armas en 1868, como soldado distinguido, en 1875 llego a capitán; teniente coronel en 1880; coronel en 1881; inspector de armas en 1882, jefe político de Durazno en 1882; Ministro de Guerra y Marina (1882-86); de División en 1884. Fue electo presidente de la República 1886-90, poniendo fin al militarismo político (1875-90), entrando el país en una era de paz y prosperidad, de vida institucional, amplia y eficazmente garantida.

[13] Fueron alojados en el cuartel del 5º de Cazadores.

[14] Jacinto Vera y Durán (1813-1881) Primer obispo católico de Montevideo. Estudio con los Jesuitas de Buenos Aires, donde se ordenó sacerdote en 1841. En 1859 fue nombrado Vicario Apostólico de Uruguay y en 1865 fue ordenado obispo. Murió con fama de santidad y fue elogiado aún por sus adversarios como un hombre íntegro, virtuoso y generoso. Jacinto Vera fue proclamado Venerable por el Papa Francisco en 2015.