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Instituto Nacional Sanmartiniano

Día del Escritor

En homenaje a Leopoldo Lugones se celebra el día del Escritor. En 1897, año de la repatriación del sable corvo del Libertador, Lugones publica en el periódico El Tiempo un elogio a San Martín en un artículo titulado "El Sable". Reproducimos la pluma de este gran escritor.

Hoy 13 de junio se celebra el "Día del Escritor" en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones, en 1874.

En 1895 Lugones llega a Buenos Aires. Al poco tiempo comienza a vertir su joven obra poética y sus reflexiones políticas en varios periódicos de la época. En marzo de 1897, año de la repatriación del sable corvo del Libertador, escribe en El Tiempo un elogio de San Martín en un artículo titulado “El Sable”. Reproducimos aquí la primera parte:

“Y así pasaba el sable: como un relámpago ante las filas y en el relámpago había una visión; y la visión era un florecer de palmas. ¡Gran cosa esa guerra! A la espalda, los Andes. Los campos de Chile al frente. San Martín en medio."

"Una decoración imponente: bloques monstruosos, torrentes espumosos de corres como caballos, abismos llenos de ecos como inmensas campanas volcadas, sueño de vientos, nubes, nieve, silencio. Algún cóndor."

"De repente un trueno cercano, una llama; Chacabuco. Luego, más lejos otro trueno, otra llama: Maipú. La vieja cordillera oía, y si bien callaba, esto no quiere decir que permanecía indiferente. Aquello era un amanecer."

"De improviso, por la cuesta más agria, entre las mandíbulas del abismo caminando por las sendas que conocen el paso de las nubes y en las cuales suele desganarse el viento en quejas, caballos, granaderos, armas, banderas: La legión. La libertad con ella, y Dios cerca. Iban aquellos tempestuosos caballeros en dura empresa de redimir y despertar."

"Tratábase de inaugurar naciones y de vestir pueblos desnudos. De vestirlos de laureles, que es heroico vestir. Era un trabajo cósmico, un trabajo de fe y de acero. La fe era grande, porque los corazones eran firmes; los aceros herían hondo, porque los brazos eran fuertes."

"Aquellos soldados podían llamarse los ascetas de la libertad. De hambrientos que estaban, se habían vuelto inmensos; fenómeno común entre los esclavos que ya no quieren serlo. Remendadas llevaban piel y blusa, pero la una y la otra se habían roto porque no se rompió el acero del dueño. No sabían leer; empero sabían deletrear el poema de la tempestad. No tenían camisas, pero les sobraba sangre y entusiasmo bajo la piel, y si no iban vestidos, iban dorados de gloria. No hablaban; sin embargo, habían oído de cerca la voz de la montaña. No poseían siquiera un poeta: mas sí negros vigorosos que soplaban formidables clarines, y golpeaban toscos tambores. No pensaban en nada; no obstante tenían sus caballos. Ni siquiera conocían su propio rumbo; pero para ellos el horizonte concluía donde se levantaba el sable. Aquel sable era como el sol: por donde pasaba se iban despertando las gentes."

 

"Aquel sable era como el sol: por donde pasaba se iban despertando las gentes."
Leopoldo Lugones

 

"Y era entonces el trajín de las batallas que había de ganarse; de los aceros que necesitaban su bautismo; de los corazones que daban allá adentro como sordos golpes de caballos que llevaban también alas; de las banderas en que había pintados soles para que ni aún los días oscuros anduviera sin sol aquella tropa; de los ímpetus más apremiantes que espuelas; de las esperanzas brillando de golpe y a un tiempo, como cuando el cielo escampa a media noche y la Vía Láctea arroja sobre el horizonte su enorme cruza de cascada; de los corajes extrahumanos que empujaban hacia la muerte a los guerreros que iban con las almas puestas en las espaldas y los corazones latiendo acordes con el galope de caballos, en aquel inmenso trajín, de esos que dejan un ruido largo por los caminos cuando se ponen a trotar los pueblos que el pensamiento de Dios inquieta en ciertas horas como un instinto superior, que provoca esos irresistibles éxodos, bajo cuyo empuje se abren en dos los mares y se conmueven los desiertos: (mares de agua y mares de sombra, desiertos de arena y desiertos de luz, porque suele tratarse igualmente de ejércitos, de familias y de caravanas de almas). Y era el sable quien mandaba y eran cosas de prodigio las que se veían cuando el sable mandaba, cosas de exterminio y de sangre, cosas de honor y de luz, muertes, cargas, fugas, esplendores, cóleras… y el sable siempre rayando las fronteras de los pueblos nuevos y esparciendo a los cuatro horizontes los saludables espantos de la justicia. Aquel sable era como la tempestad: por donde iba pasando tronaba."

"Y vino después el tiempo de los ocios tristes, y llegó la estación de encanecer y las grandes aves negras volvían a ausentarse para sus pueblos y cumbres, y el sable volvió a entrar en su vaina y ya no se le vio más…hasta un día." (*)


LEOPOLDO LUGONES

Sable corvo del Libertador General José Francisco de San Martín en el Museo Histórico Nacional de la ciudad de Buenos Aires

Te invitamos a un repaso por la vida y obra de Lugones en el sitio del Ministerio de Cultura en 👉 https://bit.ly/3guHZal



Fuente: (*) LUGONES, Leopoldo; “El sable.” (En: Diario Mayoría. Reproducción del artículo “El sable”, publicado originalmente en el diario El Tiempo el 4 de marzo de 1897, con motivo del retorno a la Argentina del sable del Libertador, págs. 52 a 53, miércoles 20 de noviembre de 1974 / Buenos Aires).


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