Pasar al contenido principal
Instituto Nacional Sanmartiniano

Abril: un mes decisivo en la vida del General José de San Martín y en el recuerdo de su legado.

Por Eduardo García Caffi. Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano.

En las situaciones presentes, sobre todo en las que nos toca atravesar emergencias, considero que es un buen ejercicio repasar las primeras páginas de nuestra historia como Nación independiente, en las que constan los desafíos, logros y tropiezos que han tenido nuestros próceres y los pueblos que participaban activamente de la gesta libertadora.

Me propongo en esta nota detallar hechos acontecidos durante el mes de abril de distintos años. Un mes que fue decisivo en la vida del General José Francisco de San Martín, Padre de la Patria y Libertador de la Argentina, Chile y Perú, por sus proyecciones históricas, políticas e institucionales.

Por lo dicho, detallaré una serie de hechos que le ocurrieron en vida y otros que tuvieron lugar tras su muerte.

Cabe destacar, asimismo, que abril es el mes en que fuera creado el Instituto Nacional Sanmartiniano, que tengo el honor y responsabilidad de presidir, y que tiene por misión investigar y difundir la vida, obra y legado del héroe común de tres repúblicas hermanas.

1814

El 22 de abril de ese año es la fecha de una carta, sobre la que mucho tiempo después se discutió su autenticidad, que dice así:

“La patria no hará camino, por este lado del norte que no sea una guerra defensiva y nada más. Pensar en otra cosa, es empeñarse en echar al pozo de Ayrón, hombres y dinero. Ya le he dicho a Ud. mi secreto: un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar allí con los Godos, apoyando un gobierno de amigos, sólido, para concluir también con la anarquía que reina. Aliando las fuerzas pasaremos por el mar a tomar Lima. Ese es el camino y no éste. Convénzase, hasta que no estemos en Lima la guerra no se acabará”.

Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre y otros historiadores de fines del siglo XIX, señalaron que esta carta fue enviada por el Padre de la Patria a Nicolás Rodríguez Peña desde Tucumán. Se la considera como la explicitación del Plan Continental para asegurar la Independencia Argentina y lograr las de Chile y Perú.

Más allá de las controversias sobre la autenticidad, o no, del documento, se puede inferir el cumplimiento decidido del mencionado plan, al menos en sus partes esenciales, observando el desarrollo de los acontecimientos.

1817

El día 3 de abril, San Martín contesta aceptando “con el mayor placer”, las pistolas y sable con que había querido premiarlo el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Juan Martín de Pueyrredón, a quien podría considerarse el sostén más comprometido y entusiasta del Padre de la Patriaen Buenos Aires.

El día 8 de abril está datada la primera carta que le escribe el General San Martín a Bernardo O’Higgins después de su retorno, en la que se expresa sobre numerosos asuntos que atañen a la lucha por la Independencia de los pueblos sudamericanos. Cabe resaltar, como hecho de interés, que ambos próceres, amigos personales, habían nacido el mismo año de 1778 (San Martín, el 25 de febrero y O’ Higgins, el 20 de agosto).

El 17 de abril, el Director Supremo Pueyrredón decreta una medalla para el Ejército que había vencido a los realistas en la batalla de Chacabuco, librada el 12 de febrero del mismo año.

1818

El día 5 de abril se produce la decisiva batalla de Maipú, que tuvo lugar a diecisiete días de la amarga sorpresa de Cancha Rayada del 19 de marzo de ese año.

Desde su llegada a Santiago, en la tarde del 25 de marzo, San Martín había desplegado una actividad febril para reorganizar el ejército, tarea en la que fue secundado por todos los jefes y oficiales, acompañados por el entusiasmo patriótico de un pueblo que anhelaba ser libre. Fray Luis Beltrán, como encargado de dotar de artillería al Ejército Patriota, había hecho prodigios, según asegura el General Espejo en su obra sobre el Cruce de los Andes, obteniendo un rendimiento de 50.000 cartuchos diarios. En los primeros días de abril, el Ejército Unido, reorganizado, sumaba 5.050 soldados y 21 piezas de artillería y estaba listo para entrar en campaña.

En seis horas de lucha heroica, el general San Martín derrota completamente en los llanos de Maipú al ejército del general Osorio.

A las 5 de la tarde llega al campo de batalla el General O’Higgins con el brazo en cabestrillo a causa de su herida recibida en Cancha Rayada, aún abierta. Al encontrarse con el vencedor de tan histórica jornada, lo abraza exclamando “¡Gloria al Salvador de Chile!”.

La prensa europea se hace eco de la resonante derrota de las fuerzas que respondían al monarca español Fernando VII. El Times de Londres, se pregunta: “quién es capaz ahora de detener el impulso de la revolución en América”.

A Simón Bolívar lo entusiasma tanto la victoria completa de San Martín en Maipú que llega a exclamar: “El día de América ha llegado”.

No por casualidad, el 5 de abril de 1933, fue la fecha elegida para la fundación del Instituto Sanmartiniano, a exactamente ciento quince años de librada esta batalla fundamental para medio continente. Su fundador y primer presidente fue el doctor José Pacífico Otero, hasta su muerte acaecida el 14 de mayo de 1937.

A los pocos días de este gran suceso para el Ejército Libertador, el 8 de abril, son pasados por las armas en Mendoza, los hermanos Juan José y Luis Florentino Carrera, acusados de varios delitos por el tribunal encargado de expedir la pena capital. La sentencia se hace efectiva con diferencia de horas de la llegada a Mendoza de la noticia del triunfo de Maipú.

Poco después de esta victoria, la esposa de Juan José Carrera pide a San Martín que interceda. Éste lo hace dirigiéndose a O’Higgins –enfrentado con los Carrera– para que la causa fuese sobreseída, pero la mediación llega tarde a destino.

El día 12 de abril de ese mismo año, San Martín, con la ayuda de su fiel ayudante O’Brien, quema numerosas cartas que habían sido encontradas entre los papeles del general realista Osorio. Las mismas ponían en evidencia que personajes salientes de Chile estaban dispuestos a traicionar la causa emancipadora. Para evitar represalias y un clima de división nacional que complicara la consolidación definitiva del camino independentista de Chile, el Libertador opta porque esos intercambios epistolares no fueran conocidos jamás.

1819

El 1º de abril de 1819, San Martín acepta el empleo de Brigadier General de Chile que había rehusado aceptar después de Chacabuco.

1820

El 2 de abril de 1820 es abierto el documento que San Martín redactara para el General Las Heras el 26 de marzo, en Rancagua, en presencia de todos los oficiales del Ejército de los Andes convocados por su Jefe de Estado. San Martín había decidido deponer su comandancia en virtud de haber caducado las autoridades supremas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que eran de las que dependía. Se procede a levantar un acta, que firman todos los jefes y un oficial de cada jerarquía de cada uno de los cuerpos en delegación de sus colegas, en las que unánimemente convienen la continuidad del General San Martín al frente del Ejército, que no podía, ni debía, dejar inconclusa la Guerra de la Emancipación Sudamericana, “quedando sentado como base y principio que la autoridad que recibió el señor General para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país no ha caducado ni puede caducar porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable. En esta inteligencia si por algún accidente o circunstancia inesperada faltase por muerte o enfermedad el actual, debe seguirse la sucesión del mando el jefe que continúe en el próximo inmediato grado del mismo Ejército de los Andes.”.

De este hecho, en una fecha tan significativa para los argentinos como lo es el 2 de abril de cada año, acaba de conmemorarse el Bicentenario.

1822

El 2 de abril de 1822, exactamente dos años después de la firma del Acta de Rancagua, los miembros de la Municipalidad de Lima levantan un acta certificando que el estandarte que San Martín había recuperado del poder de los españoles es el mismo que había tremolado el conquistador Francisco de Pizarro al realizar la campaña contra el imperio de los Incas.

Asimismo, la Municipalidad de Lima acuerda a San Martín el estandarte real que introdujo el mencionado conquistador cuando ingresó en el Perú “para que tenga la satisfacción de conservar en su poder esa insignia de tiranía destruida bajo su protección”.

Al día siguiente, la Municipalidad de Lima pone en manos del general San Martín el referido estandarte, que se erigía así como un símbolo del poder realista destronado por el Libertador.

En su testamento ológrafo del 23 de enero de 1844, San Martín, que se identifica, en primer término, como “Generalísimo de la República del Perú y Fundador de su libertad”, resuelve por medio de un artículo adicional a los siete originales, que el estandarte retorne al país hermano que supo tenerlo por Protector, esto es, como la primera autoridad ejecutiva de su historia.

1829

Es, probablemente, el año de mayor frustración personal para el Libertador: quiere volver a su Patria, pero lo amarga el estado de guerra civil en el que se halla sumida. Él se había comprometido, reiteradas veces, a “no desenvainar su espada en luchas entre paisanos”.

No desembarca en Buenos Aires, pero sí en el Uruguay.

El 17 de abril, a bordo del barco Countess of Chichester, toma la dolorosa decisión de volver a Europa.

Sus ojos habían visto la Argentina y América por última vez.

1834 y 1835

El 25 de abril, con un año de diferencia, San Martín adquiere su casa en Grand-Bourg, en las afueras de París, (1834) y una propiedad ubicada en la capital francesa (1835).

1838

En carta al Dr. Mariano Álvarez, San Martín expresa que desea que no sean impresas las memorias sobre la Campaña Libertadora hasta después de su muerte: “con esta seguridad serán escritas con la más severa imparcialidad y veracidad sin perdonarme a mí mismo”. Su trabajo, por entonces, consiste en “clasificar los hechos por orden cronológico con los documentos que lo comprueban en el período de cada año, principiando desde 1813 hasta fines de 1822. Si después de mi fallecimiento mi hijo político (Mariano Balcarce) cree que estos materiales reunidos pueden ser de alguna utilidad a nuestra América, como yo lo creo, él y mis amigos buscarán una pluma ejercitada capaz de hacer ver la luz con fruto a estas ‘Memorias’.”.

1842

El 2 de abril de 1842, San Martín escribe desde Grand- Bourg la última carta que se conoce dirigida a O’Higgins: “Aunque sin noticias directas de usted –le dice– pues hace más de tres años que no recibo carta suya, he sabido tanto por el ministro de Chile en París, como por el señor Bardel, cónsul francés en Concepción, que usted gozaba de salud cumplida, mientras la mía ha sido bien fatal por más de un año, lo que me obligó a buscar el pasado invierno un clima más templado, por cuyo medio mi salud se ha repuesto completamente. Que goce de salud cumplida y que la felicidad le acompañe constantemente, son los votos de éste su antiguo y viejo amigo”.

San Martín no sabía aún que ése iba a ser el último año de la vida de aquel hombre con el que había sabido cultivar una sólida amistad. La noticia posterior de su muerte lo afectará profundamente.

Pocos días después, el 12 de abril, se produce la trágica muerte de Alejandro María de Aguado, otro gran amigo de San Martín, a quien había ayudado en momentos en que atravesaba una crucial situación económica durante su exilio. Aguado -que había designado a San Martín albacea, tutor y curador de sus dos hijos menores y que lo había relacionado con los círculos intelectuales y artísticos de Francia- es sorprendido por una tormenta de nieve al trasladarse desde Oviedo a Guijón, en España. Se ve obligado a abandonar su carruaje, llega a Guijón solo, debilitado y atravesado por el frío. Al sentarse a la mesa para comer, muere en el acto sin decir palabra alguna.

1844

Un domingo 6 de abril de ese, el doctor Florencio Varela y su amigo Manuel Guerrico se trasladan hasta Grand-Bourg para visitar al General San Martín en la casa que había adquirido en 1834.

Varela, además de señalar cuánto lo impresiona el ya referido Estandarte de Pizarro, aprovecha para reproducir comentarios del Libertador sobre la política de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la época en que él había tenido altas responsabilidades de mando. Le expresa los motivos que lo habían decidido a no obedecer las órdenes del Directorio para que concurriera con el Ejército Libertador a someter a Santa Fe y demás provincias que hacían la guerra a la autoridad nacional en 1819.

“Bajar a Buenos Aires con el ejército era renunciar a la campaña del Perú; dejar a Chile expuesto a nuevas tentativas de los realistas que tenían aún en el Perú 27.000 hombres; perder las divisiones que bajasen y sin probabilidad de ser útil a la causa por que se me llamaba.”, señala Varela como las argumentaciones de su interlocutor. Sus servicios eran a las causas de la Independencia y Libertad de Sudamérica y no se sujetaban a ninguna facción en un contexto de guerra civil.

Varela tiene entre sus planes escribir una historia de las campañas sanmartinianas. Pero no puede cumplir con ese anhelo: el 20 de marzo de 1848 es asesinado en Montevideo como consecuencia de las luctuosas luchas intestinas argentinas que tanto rechazo generaban en el Padre de la Patria.

1863

El 5 de abril de ese año, en un auténtico gesto de amistad argentino-chilena, se inaugura solemnemente en la capital del hermano país trasandino el monumento ecuestre a la memoria gloriosa del Libertador General San Martín al cumplirse el 45º aniversario de la batalla de Maipú.

Se pronuncian numerosos discursos, siendo el primero el del ministro del Interior Manuel Antonio Torconal. Le sigue el del General Juan Gregorio de Las Heras, veterano de la Guerra de la Independencia, quien logra emocionar a todos, al expresar: “No es al hombre nacido aquí o allí a quien Chile consagra esta estatua. Es al americano ilustre, al guerrero, al caudillo de las huestes de la Libertade Independencia americana, al general americano Don José de San Martín.

No me toca a mí, señores, recorrer la carrera de gloria que dejó trazada con su genio y con su espada este americano eminente. Lo único que me permitiré recordar es la alta e inconmovible fe, el elevado sentimiento de los grandes destinos de la Américaque tanto y tan certero impulso daban a sus esfuerzos; como adelanto de esa fe, iluminado por ese pensamiento, con pequeños medios se allanaban, los montes, se vencían las distancias, se arrollaban las resistencias, se franqueaban los mares; y la Américadel Sur, representada y guiada por ese hombre, alcanzaba la victoria. ¡Gloria a la América, gloria al General San Martín!

¡General San Martín! al pie del alto puesto que por vuestras virtudes cívicas y militares la opinión pública os señala, un oficial de vuestro ejército os saluda grande y Libertador de dos repúblicas.”

1877

El día 5 de abril de ese año, al conmemorarse el 59º aniversario de la batalla de Maipú, el presidente Nicolás Avellaneda se dirige a sus conciudadanos para que el pueblo argentino pudiese cumplir con el viejo anhelo consistente en el retorno de los restos mortales del Libertador a la Patria que él tanto había amado: “En nombre de nuestra gloria como nación, invocando la gratitud sagrada que la posteridad debe a sus benefactores, invito a mis conciudadanos desde el Plata hasta Bolivia, y hasta los Andes, a reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de Don José de San Martín para encerrarlos dentro de un monumento nacional, bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires.”

1880

El 21 de abril se embarcan en el puerto del Havre los restos mortales del General San Martín a bordo del transporte Villarino, para su retorno a la Argentina.

Al día siguiente, a las 9 de la mañana, zarpa el barco recibiendo un saludo de veintiún cañonazos con las baterías de la plaza.

Pronto se haría realidad lo establecido en el cuarto punto de su testamento ológrafo del Libertador de 1844: Prohíbo el que se me haga ningún género de Funeral, y desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía, el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.

Hoy ese corazón, que era desde el que empezaba a concebir las mejores ideas para llegar a las cabezas, descansa en esta Ciudad e ilumina a los de todos los argentinos, chilenos, peruanos y hombres de todo el mundo que son fieles a su legado de libertad, independencia, dignidad y justicia.

(*) El autor es Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano