Pasar al contenido principal
Instituto Nacional Sanmartiniano

A ciento cuarenta y cuatro años de un merecido homenaje al Libertador

Un día como hoy, un 15 de febrero pero de 1878, se resolvió por medio de una ordenanza municipal que la entonces Plaza de Marte de la ciudad de Buenos Aires se denominase en adelante “Plaza General San Martín”. Colaboración especial para el Instituto Nacional Sanmartiniano del doctor Martín Blanco.

El 15 de febrero de 1878 una Comisión especial conformada en el seno de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires resolvió por medio de una ordenanza que la entonces Plaza de Marte, en la que desde el 13 julio de 1862 estaba emplazada la estatua ecuestre alusiva al prócer, se denominase en adelante “Plaza General San Martín”, tal y como la conocemos en la actualidad.

La medida en cuestión se tomó en el marco de la proximidad del centenario del natalicio del Gran Capitán y con la repatriación de sus restos próxima a concretarse. En ese contexto el presidente de la república, don Nicolás Avellaneda, por medio de un decreto rubricado el 14 de enero de 1878 resolvió formar una Comisión Central para celebrar el Centenario considerando que “…el pueblo y el gobierno argentino se hallan en el deber de celebrar el centenario del primer capitán de los ejércitos de la independencia, que con su genio y con su espada contribuyó poderosamente a dar la libertad a tres naciones, fundando su independencia”.[1]

Formaron parte de la mentada Comisión personalidades de la talla del José Manuel Estrada, Aristóbulo del Valle, Pedro Goyena, Eduardo Wilde, Carlos Pellegrini, Ricardo Gutiérrez, Estanislao S. Zeballos y Roque Sáenz Peña, entre otros.

El 8 de febrero, aquella Comisión elaboró un programa de acciones, que puso a consideración del presidente de la Nación, el cual preveía instar a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, que también había formado su propia Comisión, para que esta impulse la sustitución del nombre de la plaza de Marte.

Con motivo de la propuesta realizada, la Municipalidad consideró justo “honrar a aquel guerrero, dándole también a dicha plaza su nombre, pues que a ella convergen las calles que recuerdan las batallas principales que simbolizan su gloria y la fundación de nuestra Independencia” y el 15 de febrero de 1878 dictó la ordenanza de rigor.[2]

En aquel reducto había formado el regimiento de Granaderos a caballo con metódica preparación y estrictez, que como bien sentenció Bartolomé Mitre, “…fue la escuela rudimental en la que se educó una generación de héroes”.[3]

Vicente Fidel López señaló que “Desde que tomó bajo sus órdenes los reclutas y piquetes de otros cuerpos destinados a formar el regimiento de Granaderos a Caballo, la Plaza del Retiro, llamada después y por eso Plaza de Marte, tomó un aspecto interesante de actividad. A todas horas del día no se oía allí más ruido que el clamor estridente de los clarines”.  [4]

San Martín consideraba que era en el campo de instrucción, el lugar donde principiaba la victoria. Los sucesos posteriores darían cuenta de ello, él y “sus muchachos” desplegaron su bizarría y su gloria por medio Continente, desde San Lorenzo hasta Ayacucho.

Años atrás, al inaugurarse en la histórica plaza la inmortal efigie del fundador de tres repúblicas (13 de julio de 1862), su amigo y confidente don Tomás Guido sentenció  De aquí: de esta misma plaza, donde la multitud palpitante de emoción y de santa alegría, contempla la imagen del General San Martín, partieron adiestrados por él en el noble ejercicio de las armas, la segunda falange de guerreros, destinados a llevar adelante la empresa de emancipar un mundo. Eran los granaderos a caballo. Habían jurado vencer o morir ¡Pocos volvieron! Sus huesos confundidos con los de los muchos otros bravos soldados  de la libertad, pueden encontrarse entre las breñas del Chimborazo y de Pichincha, y desde las riberas de nuestros grandes ríos hasta el pie de los volcanes del Ecuador!”.[5]

Desde entonces el histórico reducto lleva, con justicia, el nombre de quién le dio un nuevo nervio a la revolución americana, del hombre que mantuvo incólume a lo largo de su vida pública la capacidad de superar una tras otra las adversidades que dificultaban su misión, aquella a la que subordinó su misma existencia: la Independencia de la América del Sud, con la particularidad de haberla transcurrido y alcanzado dejando un legado cubierto de valores y la lección moral de una conducta, que con suma justicia lo hizo acreedor a ser considerado como el Padre de la Patria.

Por el doctor Martín Blanco (abogado e investigador)

Monumento General San Martín. Buenos Aires, entre 1870-1890. Fotografía del catálogo de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

Fuentes:

[1] Blanco Martin - Colimodio Roberto “La repatriación de los restos del General San Martín. Un largo viaje de 30 años (1850-1880)” Bs. As. 2019.

[2] “Memoria del Presidente de la Comisión Municipal al Concejo, correspondiente al ejercicio de 1878”, Buenos Aires, 1881, Tomo I, Anexo A, VI, Biedma.

[3] Mitre Bartolomé. Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Bs. As. Félix Lajouane tomo I, pág. 139.

[4] Vicente Fidel López,  Historia de la República Argentina. Su origen, su revolución y su desarrollo político. Bs. As. Guillermo Kraft. 1913, tomo IV, pág. 119. 

[5] Memorias de la Municipalidad de Buenos Aires. Año 1862, paginas 195/215.

Recursos